Paseo al jardín botánico
(contra la experiencia “vivida”)
Por DS
Todo lo que se diga a continuación debe ser tan
radical como preliminar. Textos como éste no se escriben con las ideas claras,
sino con sentimientos de ahogo. Si la claridad y distinción de las ideas nos
precedieran, ¿qué nos llevaría a escribir?
I.
No hay dignidad
en el despreciable hábito de pensar, hablar, percibir, creer, saber y escribir
a partir de la experiencia vivida.
Basta con
comentar una película, conversar con alguien de otra generación, intentar una
mínima complicidad con alguno de otra tribu, leer una entrevista en un diario
o escuchar un debate político en TV para toparse con esta versión del “yo
pienso” subjetivamente amparado en un escaso manojo de rasgos de nacionalidad,
nacimiento, barrio y filiaciones familiares. “Nació en el 81”, “llegué a Buenos Aires en el '99”, “directora paquistaní”, “es el mejor gobierno que me
tocó ver”, “las cosas se ven de otro modo en mi barrio”. Y un largo etcétera.
II.
El yo
pienso deviene yo “siento”. El cuerpo propio sintiente se recorta pasivamente
sobre un espacio sensible previo que opera como ambiente perceptivo: el cuerpo
individual, el yo- grupito, el generacional, el yo-vida familiar, profesional o
barrial.
El yo,
regado en contexto crece como una planta venenosa: estabilidad vital de la
identidad, de la opinión, del punto de vista y el gusto en el consumo.
La
inestabilidad acosa. La estabilidad, agónica, salva.
III.
Jardín
botánico, proliferante, de los modos de vida.
La
experiencia “vivida” territorializa y sedimenta un yo-vida: un yo-marca, un
yo-guerra, un yo-gueto, un yo-cumbia, un yo-encapsulado, un yo-suficiente, un
yo-retórico, un yo-critico, un yo víctima, un yo-diferencia, un yo-cínico.
Marca,
guerra, cumbia, aislamiento, afirmación, lenguaje, critica, vulnerabilidad,
diferencia, cinismo dejan de ser impulsos extremos, fuentes de mutación
subjetiva, vías de escape, fuentes de problematización y se tornan lugares
asignados, pobreza del juicio, fricción inútil, guerra civil de modos de vida.
IV.
La
experiencia “vivida” –sentida, reflexionada, contemplada, padecida-nos acosa.
Nos enmudece y nos hace hablar. Un nombre propio para aun yo que solo puede
repetir su ser-hecho. O hacer de su ser un virtuosismo.
Y sin
embargo: que avance! Pensar que la experiencia vivida remite al menos a la
experiencia. A un Yo que ni siquiera se pone en juego en los discursos vacios
del universal y los valores. Que avance! Un avance negro, auto-referencial.
Comprensible, admirable después de todo.
V.
Al yo
vivido le corresponde un entorno abstracto, y un imaginario representativo. Un
espacio representativo lleno de imágenes. Una disposición de lugares ocupado
por cosas individuadas. Espacio vivido, percibido, constatado.
VI
Huyendo de
la estructura objetivistas, el yo-y-su-contexto, el yo subjetivo se ha
convertido en la más pobre de las estructuras. Monada inexpresiva. Carcomida
por sus propias pasiones (ya sin remedio).
VII.
El valor
está en la diferencia. Y
la diferencia encerrada, opacada en lo vivido. Se nos va. Perdemos lo vivido en
el miedo por lo no vivido.
El valor
se resguarda en el miedo. A perder lo logrado: lo pensado, lo sido, lo tenido.
El yo
lastimado no es zonzo. Es pobre.
VIII.
La
experiencia es siempre lo por-vivir. Pero
la definimos como lo ya-vivido. Fieles a lo vivido, hacemos del
yo-en-el-mundo el sujeto de una revelación.
Pero revelación y praxis no van juntas.
En la
praxis la exigencia es lo que viene, no lo advenido.
IX.
Indignidad.
Achanchamiento
en una sensibilidad ya conquistada. Trabajosamente adquirida. Pérdida de todo
pudor al conservarla.
Falso
respeto, político y correcto.
Renuncia a
reescribir el mundo. Ambición desmedida por ser solo un personaje “auténtico”
del gran guionista.
X.
La
experiencia-vivida se convierte en su contrario. No-experiencia vivida como testimonio redundante de lo que
se es.Experiencia no
vivida es la narración de lo que nos hace ser lo que somos: “¿Cuándo llegaron
tus padres?, ¿quién te crió?, ¿cómo se vive en la villa?, ¿Cómo se es
escritora mujer?”, etc.
XI.
Un cierto
lenguaje sobreentrenado en estos tiempos nos ha encerrado en la estupidez de
nuestra propia confirmación verdadera. Allí nos conservan los sabios que se
ocupan de nosotros.
¿Qué asco
somos capaces de sentir, cuanto odio podemos desarrollar en esta lucha final
por conquistar algo de libertad?
19 de octubre de 2011