El 99%, una comunidad de resistentes
por Ángela Davis
Cuando el 17 de septiembre irrumpió el movimiento “Ocupa… Wall
Street”, sucede que estaba yo reflexionando sobre mis comentarios para el
inminente Congreso de la Sociedad Internacional Herbert Marcuse. Para cuando se
reunió el congreso, el 26 de octubre, en la Universidad de Pensilvania, el
campamento del Parque Zuccotti ya se encontraba bien asentado y campamentos
similares habían aparecido en centenares de comunidades de todo el país. El día
de apertura del congreso sobre Marcuse había más de trescientas tiendas en la
plaza del ayuntamiento de Filadelfia.
El tema sobre el que se organizaba el congreso - “Rechazos
críticos” - estaba ideado en principio para alentarnos a reflexionar sobre los
distintos modos en que las teorías filosóficas de Marcuse nos impulsan por la
senda de una práctica política ubicada fuera del propio dominio de la
filosofía, pero sin embargo tan anclada en la filosofía como en su voluntad de
transformar la sociedad.
Así, mientras nos disponíamos
ciertamente a ponderar los vínculos entre las ideas filosóficas de Marcuse y
sus vínculos con los movimientos de los sesenta, nos sorprendió el feliz azar
de la afinidad del tema con el naciente movimiento “Ocupa…”. Conforme iban
llegando los ponentes a Filadelfia, expresábamos repetidamente nuestro
entusiasmo por la confluencia de las ocupaciones de Wall Street y Filadelfia,
que parecían aplicar de manera enérgica la pertinencia en el siglo XXI de la
obra de Herbert Marcuse.
No sé si alguno de nosotros podía
haber previsto que en el segundo día de congreso, el plenario de los
asistentes, más de mil personas, se sentiría tan fascinado por esta coyuntura
histórica que casi todos nos unimos espontáneamente a una marcha nocturna que
se encaminó por las calles de Filadelfia hacia las tiendas de campaña frente al
ayuntamiento.
Allí reflexioné en voz alta - con ayuda del micrófono
humano [1] - sobre las diferencias entre
los movimientos sociales con los que nos hemos familiarizado en las últimas
décadas y esta comunidad de resistencia de nueva planta.
En el pasado, la mayoría de los
movimientos han apelado a comunidades concretas - trabajadores, estudiantes,
comunidad negra, latinas/latinos, mujeres, colectivos LGTB [lesbianas, gays,
transexuales, bisexuales], pueblos indígenas - o han cristalizado en torno a
cuestiones específicas como la guerra, el medio ambiente, los alimentos, el
agua, Palestina o el complejo penitenciario industrial. Con el fin de reunir a
quienes estaban vinculados a estas comunidades y movimientos, hemos tenido que
comprometernos en difíciles procesos de formación de coaliciones, negociando el
reconocimiento por el que se afanan comunidades y reivindicaciones.
En una configuración
asombrosamente diferente, este nuevo movimiento de “Ocupa…” se imagina a si
mismo como la más amplia comunidad de resistencia: el 99% frente al 1%. Es un
movimiento desarrollado desde el principio contra los sectores más opulentos de
la sociedad: los grandes bancos e instituciones financieras, los ejecutivos de
empresa, de salarios obscenamente desproporcionados respecto a las ganancias
del 99%. Me parece que una cuestión como el complejo penitenciario industrial
la recoge ya implícitamente esta congregación del 99%.
Desde luego, puede argumentarse
convincentemente que el 99% debería actuar con el fin de mejorar las
condiciones de quienes constituyen los escalones inferiores de esta comunidad
potencial de resistencia, lo que significaría trabajar a favor de quienes más
han sufrido a causa de la tiranía del 1%. Existe una relación directa entre el
efecto depauperador del capitalismo global y las tasas en alza de
encarcelamiento en los EE. UU. El excarcelamiento y la abolición final de la
reclusión penal como forma primordial de castigo pueden ayudarnos a empezar a
revitalizar nuestras comunidades y apoyar la educación, la atención sanitaria,
la vivienda, la esperanza, la justicia, la creatividad y la libertad.
Los activistas de “Ocupa…” y sus
defensores nos han reunido como 99%. Llaman a la mayoría a levantarse contra la
minoría. Las viejas minorías, en efecto, son la nueva mayoría. Hay
responsabilidades de importancia ligadas a esta decisión de forjar una
comunidad de resistencia así de expansiva. Decimos no a Wall Street, a los
grandes bancos, a los ejecutivos de las grandes empresas que ganan millones de
dólares al año. Decimos no a la deudas contraídas para poder estudiar. Estamos
aprendiendo a decir no al capitalismo y al complejo penitenciario industrial. Y
aunque la policía de Portland, Oakland y Nueva York se ponga en acción para
sacar a los activistas de sus campamentos, decimos no a los desahucios y la
violencia policial.
Los activistas de “Ocupa…” están
reflexionando intensamente sobre cómo podríamos incorporar la oposición al
racismo, la explotación de clases, la homofobia, la xenofobia, la discriminación
de los discapacitados, la violencia contra el medio ambiente y la transfobia a
la resistencia del 99%. Por supuesto, hemos de estar preparados para poner en
tela de juicio la ocupación militar y la guerra. Y si nos identificamos con el
99%, habremos de aprender también a imaginar un nuevo mundo, en el que la paz
no sea simplemente la ausencia de guerra sino, antes bien, una remodelación
creativa de las relaciones sociales globales.
Así que la cuestión más apremiante
a la que se enfrentan los activistas de “Ocupa…” es cómo labrar una unidad que
respete y celebre la inmensas diferencias dentro del 99%. ¿Cómo podemos
aprender el modo de aunar esfuerzos? Esto es algo que aquellos del 99% que
viven en los emplazamientos de “Ocupa…” pueden enseñarnos a todos. ¿Cómo aunar
esfuerzos en una unidad que no sea simplista y opresiva sino compleja y
emancipatoria, reconociendo, en palabras de June Jordan que “somos nosotros
aquellos a los que esperábamos”?
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(1) Nota del Traductor: El “micrófono humano” es la técnica desarrollada en los
campamentos norteamericanos de “Ocupa…” que consiste en la que la multitud
repite las frases de quien está en el uso de la palabra para que lleguen así
hasta el último oyente, ante la prohibición por parte de la policía de usar
cualquier clase de megafonía.