Experiencia Liniers
Por G.S.
Día
oscuro, amagando lluvia. La onda es reponer los puntos de venta de la revista y
depaso vamos agitando y vendiendo de ambulante en el trasporte que nos subamos,
siempre igual, Luís toma la iniciativa levantando la revista y gritando el tan
conocido “Damas y caballeros les traemos…”, sigo yo segundeando en voz alta y
el ale va dejando asiento por asiento, esa es la dinámica del equipo.
Este
miércoles nos encontrábamos en el anden de Liniers para cubrir las estaciones
del Sarmiento, venia todo bien, como siempre esperando al ale, acordándonos de
sus parientes y remarcando sus cosas buenas para no estrangularlo cuando llegue
por su habitual cuelgue horario. Tranquilos sentados en un banco, escuchando a Luis
reprochar desde no tener guita para cigarros, el mal clima y hasta el supuesto
anarco-capitalismo. Vemos que de unas oficinitas pintadas de naranja con
ventanas grises en medio del anden salen tres policías con el chaleco naranja
desabrochado y con su habitual cara de oler mierda, encaran para la otra punta
del anden. Justo a Luis les despiertan ganas de mear y se va al baño, quedo
tranqui en el mismo banco. Un toque después vienen los ortivas, trayendo a un
hombre de pasado los 40 pirulos, morocho con un brazo doblado atrás, pero
tranquilo caminando, lo llevan hasta la oficina donde estaban, entran y al
toque se empiezan a escuchar golpes, gritos poderosos con respuesta de alguien
llorando, mas golpes; miro y en la puerta de la oficina veo a una enfermera de
unos 35 pirulos como haciendo de campana igual de responsable que los cobardes
que estaban ahí dentro, miro alrededor y me veo con bastante gente cerca y empieza
mi cronometro interno de no saber qué mierda hacer, agarré el teléfono,
puteaba, marcaba y empiezo a mandarle a contactos que estén en el tema o sepan
cómo mierda frenar esa locura de estar pegándole alguien en el medio de la
estación Liniers. Llega Luís de mear y le cuento en voz alta, a todo esto alado
de la enfermera-campana que con la mejor cara de poker entra. Como primer
medida cierran las ventanas, segunda salen dos policías como perros, pero con
un detalle nada menor, esta vez tenían los chalecos tan “bien” puestos que no
dejaba ver ni la placa ni el nombre del pecho de su camisa, a la vez creo que
ni por un atentado de bomba la gente se evapora de esa manera del anden.
Tiramos a boludos con Luís y nos movimos de ahí, yo sacudía la cabeza de forma eléctrica
de izquierda a derecha como si así me sacara las miradas policíacas de la nuca.
Por suerte el topo de jamaicaderos me manda el 0800 para denunciarlos, ni
dudamos, saltamos a la vía y nos fuimos a un público, marcamos y tomaron la
denuncia con el nº 3651 de forma anónima. No pasaron cinco minutos que llega al
paso nivel un patrullero de la 44., nos miramos con Luis, sin hablar y con
decisión unánime nos tomamos el palo, esperamos en otro lado al ale. Nos
comimos las orejas como drenaje del miedo. Un rato después me llaman del
ministerio de seguridad para pedirme mas datos que recién afloje a contar cuando
me nombro al mismo topo que me paso el 0800… el del ministerio me decía que por
favor no le diga mi apellido.
… ¿todo
piola si mi miedo es a la seguridad?