Editorial Retazos:

20.06.2012 | Tiempo Argentino

Libros que rescatan la impronta cultural de Bolivia en la Argentina

Jóvenes de entre 20 y 30 años idearon un modo de luchar contra los estereotipos desvalorizadores del migrante andino. Hacen libros con cartón y con los restos de tela de los talleres textiles del país con mano de obra boliviana.





Son jóvenes bolivianos y jóvenes argentinos de padres bolivianos que sólo por afán de compartir ideas comenzaron a reunirse hace cuatro años en el Parque Avellaneda. Dos años después, ya con techo propio, o cedido (les ofrecieron usar las instalaciones del ex centro de detención Olimpo para sus reuniones), decidieron fundar una editorial dedicada a la literatura boliviana. El armado de los libros era entonces como sigue siendo ahora: a mano, con tapas de cartón, fotocopias o impresiones y la portada hecha con pedazos de tela prolijamente unidos o superpuestos con delicadeza y gusto. Por eso llamaron Retazos a su editorial, y Simbiosis Cultural a su grupo. Hace apenas unos días, editaron el décimo libro, titulado Se cocina Bolivia en Buenos Aires, que contó con apoyo del Centro Cultural España Buenos Aires y fue presentado el sábado pasado en La Casona de Flores, a pocas cuadras de la Plaza, donde ahora funciona su base de operaciones. ¿De qué trata el libro? De comida boliviana, de lo que comen los bolivianos en la Argentina, pero también del habla del migrante, de recetas y reflexiones sobre la cocina como espacio de encuentro “político y social”, como se explica en la introducción del volumen. O en palabras de la joven Geraldine Peñaranda, integrante de Simbiosis: “Un plato de comida implica muchas cosas. El plato que se hace en el taller es fundamental para tejer la armonía con tu país. ¿Que cuál es mi plato preferido? Pique Macho, pues.” Tiempo Argentino dialogó con Geraldine, con Juan Estrada y Ramiro Charcas –sólo ellos pudieron dar la entrevista, ya que los demás se encontraban trabajando–, un día antes de la presentación del volumen. “La variedad de la comida boliviana, y el modo de hallar los ingredientes en el ex granero del mundo es el eje de Se cocina Bolivia en Argentina, salpicado de entrevistas a cinco mujeres que cuentan sus experiencias, una que tiene un puesto en la calle, otra que es chef, una tercera que cocina para un taller textil…”, arranca diciendo Geraldine.



–Se cocina Bolivia en la Argentina cuenta lo difícil que era antes conseguir en Buenos Aires los ingredientes para preparar los platos de la cocina boliviana, el locoto, el ají, el chuño…



Juan: –Sí, como muestra el libro, no es fácil cocinar comida boliviana en Argentina. Al comienzo se cuenta que antes pedías mote blanco, y te contestaban: “¿Qué estas pidiendo y por qué tú me estás pidiendo eso?” La discriminación es también gastronómica…



G: –A la vez es un modo de honrar la cocina boliviana, que con sus nueve departamentos, tiene platos muy diferentes entre sí, y muy diferentes a lo que se come aquí.

–¿Cómo surge el colectivo Simbiosis?

Geraldine: –Somos un colectivo que hace cuatro años que se ha conformado, la mayoría somos bolivianos, aunque ahora hay de todo un poco. Seremos unos 15. Al principio éramos solo un grupo de amigos, algo así como un grupo de contención, como los hay tantos al interior de las colectividad boliviana.
Ramiro: –Comenzamos con un ciclo de cine en el parque Avellaneda. Pero la idea era más bien un pretexto para hablar, para juntarse. Uno de los puntos clave era hablar sobre el trabajo, sobre la forma de trabajo de la colectividad, porque el principal trabajo de la colectividad boliviana es el trabajo en el taller textil.

G: –Nosotros como jóvenes nos fuimos juntando poco a poco, luego la cosa se tornó más seria y comenzamos a proponernos actividades. Tuvimos un espacio en el ex Olimpo, el centro de represión, es más, la editorial se gestó en ese centro, el 8 de mayo de 2010. A partir de ese día, arrancó este grupo lindo. 

R: –Por nuestro trabajo, una de las cosas que nos era más familiar a nosotros eran los retazos de las costuras. En los talleres textiles, hay un montón de retazos. Está lo que sobró del molde, lo que no entra, lo que no sirve y lo que es basura. Usamos esos retazos para nuestros libros, y los reconfiguramos para cubrir las portadas, por eso tratamos de que se mantengan en su forma igual a lo que encontramos. La mayoría de las veces se notan de qué parte del molde son. Porque la idea era tratar de llegar al costurero, a la gente que está en costura, y que ellos mismos reconozcan esos retazos. Es más, muchos reconocen: “Uy, yo estoy haciendo remeras con esta tela”, oímos que la gente decía… 

–¿Qué tema privilegian en sus libros? 

G: –Primero nos dedicamos a literatura boliviana, o a textos que se hacían allá, pero faltaban escritos sobre lo que pasaban aquí en Buenos Aires, o en los lugares donde se asienta la comunidad boliviana. Queríamos reproducir directamente el habla de los migrantes, porque investigaciones hay varias, pero no desde acá mismo. Por ejemplo antes de este libro hicimos dos sobre el tema del incendio del taller textil de la calle Luis Viale. No olvidamos, se llama y hay testimonios y entrevistas a personas que estuvieron involucrados en el tema, por ejemplo al entonces cónsul “Gringo” Gonzáles, y que ahora está como embajador en Brasilia, a Gustavo Vera de La Alameda, a Silvia Rivero Cusicanqui, que es una pensadora paceña…

–Es arduo sacar conclusiones sobre este tema, ¿no?

R: –Hay un armado muy importante en torno a los talleres. Hay mucha reticencia a la hora de hablar y el tema es muy complejo. Justamente, por enfrentar este tema es que el “Gringo” Gonzáles tuvo muchos problemas. Es arduo tratar de encontrar un solo culpable, está todo tan mezclado. Por ejemplo, nosotros respetamos mucho lo que hace Alameda, pero a la vez es como que falta preguntarse con la gente que se va de allí, y por qué terminan reingresando al círculo, de manera incluso peor. 

–¿Por qué creen que la comunidad boliviana, siendo la más numerosa en la Argentina, es la más explotada, incluso más que las demás comunidades, peruana, paraguaya, china…?

J: –El tema es cómo está compuesta la sociedad argentina, de raíces europeas, siempre estamos hablando de Capital Federal y de Buenos Aires. La discriminación pasa por el color de piel porque a los jujeños les pasa lo mismo que a los bolivianos.  <