Política del no-todo: respuesta a Juan Pablo Maccia
Ante todo nos vemos
confrontados con “hechos de fuerza”: cuerpos, golpes, camiones, muertos, armas,
palos, petróleo, masas: el lenguaje entero de la política del siglo XX.
Es cierto que no podemos
detener allí la mirada. Es forzoso reparar en una serie igualmente relevante de
sucesos de las últimas dos semanas, en los que la acción directa y las
coacciones institucionales son sustituidos por el poder de los discursos y las
finanzas: las cumbre del G-20, y de Rio; la visita de la presidenta a los
EE.UU, donde se anunciaron importantes inversiones de empresas multinacionales
en el país; la reciente visita del segundo hombre en importancia del gobierno
de la República Popular China para confirmar el financiamiento de la
construcción del Belgrano cargas o, mejor dicho, del Tren Sojero.
Todo esto, y muchos más
sucedió en aproximadamente dos semanas.
Fuerzas, finanzas, palabras
reúnen toda la violencia que los órdenes imaginarios y simbólicos pueden
elaborar. Y sin embargo, la política no trata exactamente de estos términos.
No, al menos la política que hace centro en los cuerpos, en su materialidad vital,
sus posibilidades creativas, sus relaciones siempre sujetas a invenciones (¿qué
otra cosa es una institución sino una invención transindividual?). La política
es asunto del no- todo y no de las fuerzas que totalizan.
¿Cómo piensa la política de
las fuerzas? En términos de alternativas. Es lo que hace Maccia. Al final su
razonamiento es este: “Cristina no es la emancipación a la que aspiramos, pero
toda alternativa es ostensiblemente peor”. En la lógica del “todo”, su
conclusión es rigurosamente exacta. El problema es que a esa conclusión le cabe
tanto al partido de los pobres como el de los ricos. Al de la nación, y el del
mercado mundial. De allí el incontestable consenso político efectivo del que
goza
Pero veamos cómo funciona
esta lógica cuando se la aplica a un dominio subordinado. Y es que también de
Moyano se puede decir algo parecido en el nivel sindical (que no hay
alternativa mejor). Y sin embargo el peso del razonamiento en el nivel de la
política presidencial no funciona igual hacia abajo, porque hacia abajo se da
la división de intereses, la componenda de fracciones, la cosmética de las
fuerzas.
La política del “todo” de
las fuerzas opera sobre todo en las junturas, en donde los tejes y destejes se
trasmutan en problemas de personas (semblantes): Moyano se pelea con Cristina y
entonces el más feo se tiene que ir. Esto quiere decir que fuera de foco se van
a reacomodar las diversas estructuras comprometidas en las formas vigentes de
gobierno.
Un libro de reciente
aparición (Soledad: común) del analista Jorge Alemán nos propone considerar los
límites de la política de la “totalidad”, que nunca sirven para transformar
nada. En su perspectiva, la política de las fuerzas (de derechas, pero también
de izquierdas) sirve siempre para dejar las cosas como están, porque en su
“realismo” resulta completamente incapaz de invención alguna.
Aunque lo mejor de sus
argumentos se ajusta mejor con filosóficas que critica antes que con las que
defiende, nuestro autor (lacaniano y kirchnerista de estricta observancia)
demuestra a la perfección hasta qué punto el desafío de una política radical
transcurre menos por la gestión de las objetividades sociales, y muchos más por
una analítica de los estabilizadores subjetivos bajo el mando directo del
complejo tecno-capitalista
Puedo anticipar la sonrisa
suspicaz de Maccia, hábil maestro de la “política”, siempre dispuesto a acusar
a sus adversarios de quedarse en una argumentación “filosófica”. Quisiera por
un momento cambiar los términos del debate. Él llama política concreta a una
lógica de los poderes, siempre justificada por el ensayismo militante o bien
por las retóricas de las ciencias sociales. De mi lado todo esto es fuente de
abstracción. Solo las potencias de cambio son concretas.
Veamos esto funcionando para
los “hechos” de las semanas que acaban de pasar. Al volver sobre ellos podemos
darnos cuenta como su dinámica acaba siempre de organizarse bajo la rúbrica de
las mutaciones del capital, el estado y la economía. Siempre los mismos
significantes, los mismos universales se atribuyen la potencia de mutación que
solo los cuerpos cooperantes poseen. Estamos hart@s de sociología política al
servicio del poder, Maccia. Eso es lo que pasa.