El país de la buena gente

por Juan Pirelli


El plano cenital impacta. La Gendarmería en un operativo cerrojo “rápido y exitoso” desaloja a manifestantes del Plan Argentina Trabaja que reclamaban una mejora en sus ingresos. Como corolario del accionar relámpago, detienen a más de 60 manifestantes, que son llevados a Campo de Mayo... El Subsecretario de Seguridad Berni habla de “intereses políticos en la protesta”. Semanas después, otros planos televisivos nos muestran la masiva movilización a Plaza de Mayo y la fuerte concentración en las principales ciudades del interior de los caceroleros. Extraña reversión: piquete (de la abundancia) y cacerola (de teflón) la lucha es una sola. Los “dosmilunistas malos” salieron a la calle... Sí, los vecinos toman las calles aprovechando, por qué no, una agradable nochecita que anticipaba la primavera. Quizás reaccionando para reafirmar la subjetividad de consumidores; quizás movidos por viejos y nuevos mitos de la burguesía argentina (contra los “negros”, los “vagos”, los “chorros” o los “zurdos”). No interesa aquí asignar sentidos. La cuestión es que en los escenarios de la protesta no se percibe despliegue de fuerzas de seguridad alguna: es que a los buenos ciudadanos se los deja hacer. Insultan, se ríen, cantan… se celebran a sí mismos, a su condición de clase, a su odio de clase. Y estos cuerpos parecen inmunizados para cualquier tipo de represión. A estos no se les envía la gendarmería, ni la guardia de infantería, ni las patotas. Son cuerpos no-reprimibles, que no se tocan. Inimaginable pensarlos corriendo ante gases lacrimógenos o porque pintaron los palazos…


Algún Kirchnerista nos recordará que uno de los axiomas del gobierno es la no represión de la protesta social; otro, más pragmático, hablará desde el realismo político (¿Vos estás loco?, los llegas a reprimir y te tiras a la opinión pública encima…sería una locura). Y acá se nos queman los papeles. O mejor dicho, salta la ficha. Porque sabemos que el enunciado de no represión de la protesta social no soporta de igual manera todas las situaciones concretas que se le presentan a la gobernabilidad estatal. Hay vidas, hay trayectorias, hay cuerpos que son más reprimibles que otros (o que son fáciles para la represión). La policía baja a un pibe de algún barrio periférico del conurbano (algún hijo de una beneficiaria de la Asignación familiar, ejem, de alguna votante de Cristina), el despliegue territorial de la Gendarmería en los barrios pobres puede dejar como saldo algún que otro caso de represión o abuso de autoridad... Pero en esta sociedad, el gobierno popular no puede mandar a las fuerzas de seguridad a desalojar la Plaza de Mayo de los que no quieren un país para todos. Entonces paremos un poco: tanto enfrentamiento con las corpos mediáticas, tanto hablar de monopolios, tanta disputa entre “dos modelos”, pero no se animan a tocar a “la gente”. Porque convengamos que los que se manifestaron –“los dueños de la calle”- son los cuerpos y las subjetividades que más presencia tienen en las pantallas; sus dramas, sus quejas, son las que más resuenan, las que más replican. Podemos saber cotidianamente de marchas y reclamos de seguridad en Lanús, Quilmes, José C. Paz, Moreno, hasta nombrar cada localidad del conurbano, podemos cansarnos de ver quilombos con la cana o las fuerzas de seguridad en los barrios y villas cuando la cosa se desmadra. Pero finalmente las vidas mas estelares –y no únicamente para las pantallas, sino también para el Gobierno- son las de los sectores que protestaron con las cacerolas. A estos no se les puede tocar el culo porque se te arma flor de quilombo. A estos hay que dejarlos que reclamen, despues de todo es un país con buena gente (y con buena onda). Pero queda expuesta la paradoja del kirchnerismo –que excede, incluso, la cuestión de la represión- ¿Qué biografías quedan del otro lado de la frontera de los buenos? Probablemente las fronteras reales no las otorguen los posicionamientos políticos (caceroleros “autoconvocados” o militantes “unidos y organizados” o militantes “revolucionarios”), sino el nivel de adhesión y creencia a los supuestos de época (Trabajá-Consumí-Portate bien-Militá).

Ahora que los buenos están rodando cine de terror en las calles (y no sólo consumiendo), ¿se animará el kirchnerismo a reveer las fronteras de ese país?