La aristocracia del residuo

por Diego Genoud


-Antes, este trabajo era para los burros. No lo quería hacer nadie. Era para gente de bajos recursos, gente que vivía en la villa, con historias de vida policiales. Se ganaba muy poco y no teníamos ningún derecho. Antes los compañeros no sabían ni leer ni escribir. Ni firmar el recibo de sueldo sabían. La sociedad te veía mal. Nos trataban como borrachos, como ladrones. Yo iba por el centro laburando y la gente se corría. Yo pensaba ‘qué te tapas la nariz si estoy limpiando tu mierda’.

-¿Y ahora?

-Ahora, todo el mundo se pelea por entrar en la recolección porque es un trabajo que lo ven digno y se gana relativamente bien. Ahora gracias, a todas esas luchas, tenemos respeto. Un trabajador de esta actividad viene el banco y te ofrece una tarjeta de crédito, cuando antes para sacar un crédito te volvías loco. Ahora te piden secundario completo para entrar acá. Ahora hay pibes que estudian Bellas Artes, para Despachante de Aduana, para Ingeniero en la Kennedy. Está el abogado barrendero, Marcelo Iriarte, que cumple tareas en el Banco Central hace dos años.


Mansilla tiene su oficina en el segundo piso del edificio del sindicato de Camioneros. Pero hoy no vino. Prometió anoche, después de semanas de atender los conflictos por Covelia y no contestar los llamados, que hoy iba a estar desde las nueve. Pero son las once y no está. Recién a la una me va a hacer pasar. En la puerta de entrada hay cuatro carteles improvisados en hojas oficio amarillentas. Todos dicen lo mismo: “No hay vacantes. No hay trabajo”. Mansilla se llama Luis pero nadie le dice así. Es Mansilla, el Negro o Pirincho. En los papeles es el secretario adjunto de la Rama Recolectores pero en los hechos tiene el poder. Los barrenderos, los cargadores y los choferes de camiones, todos lo conocen. En la calle, saben quién es. Flaco y alto, 47 años, de Parque Patricios, trabajó 26 como recolector, entró cuando salió de la colimba, en el 84, y no paró hasta que se convirtió en delegado.

¿Cuánto hace que esos carteles están ahí pegados?

Dos años y medio. ¿Esto sabés que parece el sindicato de camioneros ya? El ministerio de Trabajo. Por día tenés 60, 70 personas ahí sentadas. En este país no hay trabajo. Todo el mundo quiere trabajar bajo el convenio colectivo de camioneros, 40/89. Toda esa gente que está afuera quiere entrar. Pero no hay lugar.

Chicago se baja los pantalones hasta los tobillos y me muestra. “¿Ves las varices que tengo? Esto es por correr al lado del camión. El médico me dice que tengo el corazón ensanchado como el de un deportista. Le digo ‘doctor, soy recolector hace 28 años’”. Chicago se llama Benedicto Bustos, pero son pocos los que conocen su nombre. Su corazón bombea más sangre con cada latido y late más lento, como el de los atletas. Es de la misma generación que Mansilla, tiene 52. Vivió la misma experiencia y piensa igual que Mansilla sobre el pasado y el presente aunque habla con desesperación antes que con desdén.

“Nosotros entramos a todos lados, a la Casa de Gobierno, a los hoteles cinco estrellas, a los bancos. Nosotros sabemos todo, conocemos todos los movimientos de la cuadra, quién sale con quién, quién afana, quién vende, quién compra. Porque mientras todos duermen nosotros estamos laburando. Cuando hace frío, cuando hace calor, cuando llueve. Yo no me puedo enfermar, ni accidentar, no puedo faltar. Pasamos épocas duras, de miseria, de falta de dignidad. Los pibes de ahora no saben, piensan que te ganás la plata fácil. Pero costó mucho llegar a hoy. Y está complicado el panorama. Lo que no salva es que no tenemos problema porque la basura siempre va a estar. Y nosotros también”.

Mansilla y Chicago son parte de la conducción de la rama recolección, columna fundadora del sindicato de Camioneros. Representan a casi veinte mil trabajadores. Cinco mil que trabajan para seis empresas distintas en la ciudad de Buenos Aires. Y otros trece mil que recorren la provincia de Buenos Aires. El ejército cada vez menos pestilente de los integrados al sistema. La aristocracia del residuo. Los que cuentan con el arma de destrucción masiva de hacerse notar, en la calle, con su ausencia.


Todo maña

“Daleee”, ruido de compactador, trote, acelerador, revoleo de bolsa, “Daleee”, ruido de compactador, trote, acelerador, revoleo de bolsa. En la era Manliba, el trabajo de recolección nocturna lo hacían cinco personas. Cuatro cargadores y un chofer que durante años había sido cargador. Porque no existe el conductor que haya entrado al servicio sin haber viajado antes en el estribo. Las empresas no requieren choferes de otros camiones o de colectivos porque no saben estacionar como lo hacen los recolectores.

Hoy al chofer lo escoltan dos cargadores. “El cargador no sube y baja mucho. Más que nada le gusta correr por la vereda, agarra una práctica que parece un basquetbolista. Tirás bolsas así y la bolsa entra sola. Ahora es más fácil porque los camiones son cola de pato, pero antes eran playos y tenías que revolear dos metros bolsas pesadas. No es para cualquiera. A mí sobrino de 18 años, lo traje y se acalambró todo, con el sistema nuevo. El chofer para el camión, yo termino de levantar la basura. ‘Dale o movélo. O –hace el sonido de tres besos-, como a un caballo’. Es un diálogo que el chofer entiende. Es un código, tenés que ir hasta el otro montón de basura. Este trabajo es lindo, es para jubilarse. Si vos te alimentas bien y te cuidas, el cuerpo te da. Porque es todo maña”.

La recolección se divide en tres turnos: barrido, turno tarde y la noche. De 6 a 14 y de 14 a 22 es barrido; de 21 a 4 de la mañana recolección. Cada camión de basura recoge por noche un promedio de 24 mil kilos de basura en un radio aproximado de 150 cuadras. Dos viajes ida y vuelta con12 mil kilos de desechos hasta algunos de las estaciones de transferencia que el CEAMSE tiene en Colegiales, Pompeya y Flores.

“La recolección se hizo de noche siempre. De día no podés. Vos de días no ves recolectando. Vos ves que levantan la contenerizada, los tachos de entre 1000 y 3200 litros. De noche, vos ves la manual y los tachos. Mi jornada de trabajo es de 9 de la noche a 4 de la mañana. A mí nadie me puede obligar a correr pero si no corro no llego. Más rápido terminas, antes te vas. Tengo media hora para comer: no como y me voy media hora antes. Yo trabajo cuatro horas, sí, pero me rompo el lomo. Ojo que no sé te paga ni insalubridad ni tarea riesgosa. ¿Sabés cuantos pibes perdieron la mano, se pincharon con una jeringa, cuantos atropellados? Tenés que mirar, estás en la calle y por ahí viene un loco y te mata, vos colgado en el estribo, como le pasó a un compañero de AESA”. El 31 de agosto de 2010, un Volgkswagen Bora que venía corriendo una picada en Palermo le cortó las dos piernas a Felix Ibañez, de 39 años. A los 10 días murió.

“Pero no es como dicen que ganamos 15 mil pesos por mes. Mirá la planilla de sueldos. Chofer de primera, 3722 básico; Peón general de barrido, 3400. A eso sumále presentismo, antigüedad, comida y viáticos”.

Fue un trabajador de Cliba, del turno noche, el que inventó la consigna “El santo del recolector”, la bandera que se ve en todos los actos de Hugo Moyano. Expresa el nivel de identificación de los viejos recolectores con el jefe de la CGT, los que vivieron el ascenso y dicen que para ellos Moyano es Perón, la persona que los hizo respetar, la que les devolvió la dignidad y permitió que hoy todos tengan su casa, su auto, sus vacaciones.

“La actividad madre de Camioneros es la recolección. La columna vertebral. No me gusta despreciar a ninguna actividad porque es todo un sindicato. De la recolección salió Pesados, Mecánicos…Si nosotros, logramos algún beneficio se expande a las demás ramas. Moyano era barrendero en Mar de Plata”.

El acomodo

Tiene arito, una gorra y los auriculares puestos. Camina con cara de fastidio por el cordón de la vereda y lleva puesto el uniforme con la consigna Juga Limpio. Barre, junta bolsas, acusa 33 años y le dicen Speedy.

-Los cargadores no hacen nada, laburan tres horas. Nosotros somos los que estamos ocho horas acá. Eso es todo acomodo. Tenés que tener un contacto adentro para entrar efectivo. Ellos sí tienen trabajo. Yo estuvo dos años por agencia hasta que quedé efectivo.

-¿Vos cuanto cobrás?

-5248 pesos la quincena.

Speedy dice que sólo los amigos del sindicato tienen trabajo. Sin conocerlo, Mansilla se refiere a él y a la nueva camada de trabajadores cuando afirma que no entienden que hubo que luchar mucho para llegar a hoy. Speedy nunca compartiría ese deseo de Mansilla que dice: “Si alguna de mis cuatro hijas hubiera sido varón me hubiera encantado que fuera recolector”.

Los trabajadores precarios de la actividad son contratados por agencias de empleo temporario. “Las empresas necesitan de una agencia para cubrir lo que es accidentismo, faltas, vacaciones. El trabajo tiene que salir”, explica Chicago. Entre octubre y abril, cuando corren las vacaciones de la mayoría, el personal de agencia cubre las vacantes. Es empleo temporario, por quincena. Para Speddy, la única forma de ingresar es llegar a los delegados de Camioneros para conseguir un lugar o lograr que el jefe de recursos humanos de Suministra SRL, la empresa que contrata personal eventual, los tenga presentes.

“Antes de ser efectivo, anduve en casi toda la Capital porque me ponían donde hacía falta un cargador. Hasta que entré y quedé en Parque Centenario, de Acoyte a Pringles y de Díaz Velez a Venancio Flores. En 145 cuadras levantaba 26 mil kilos de basura y me iba a las 12 y media de la noche. Me bañaba en el galpón y me iba. El trabajador tiene su cofre para guardar la ropa y su ducha”.

La contraparte

Dicen los recolectores que Moyano -Hugo y Pablo cada uno en lo suyo- defiende al empresario que trata bien al trabajador. En el negocio de la basura, los dueños de las empresas no son ni improvisados ni marginales. Franco Macri fue Manliba, la empresa que se convirtió en el nombre de una época, de Cacciatore a Grosso. Durante 17 años, hasta 1997, Manliba controló el rubro e impuso sus pautas. Mansilla se acuerda: “Hasta el 98, hemos estado dentro de los corralones tres días parados. Te mandaban a reprimir mal. Te ponían las ambulancias afuera del corralón y estaba toda la Infantería. Manliba trabajaba con las comisarías y el trabajador no tenía derecho a reclamar. Facturaba en dólares por tonelada y se tenía que llevar toda la basura. No salía nadie a trabajar. Hemos sido reprimidos dentro del corralón”.

Cuando De la Rúa asumió, la ciudad se dividió en zonas y se pasó del contrato por tonelada de basura al contrato por cuadra limpia, las licitaciones comenzaron a hacerse cada cuatro años y se incorporaron nuevos actores que se asociaron bajo la forma de Unión Transitoria de Empresas (UTE). Algunos como Cliba, del clan Roggio, que ya tenía el 20 por ciento del mercado. Otros como Níttida, ex EcoHabitat, propiedad del radical Gabriel Romero, dueño del Grupo Emepa, conocido hoy por ser el concesionario del ferrocarril Belgrano Norte y miembro de la UGOFE que administra el Roca, el Mitre, el San Martín y el Sarmiento. O Integra, la UTE de Pescarmona –concentrada en el rubro hidroeléctrico- y Martin y Martin, que tiene su base en la recolección de La Matanza, Hurlingham, Lomas de Zamora e Ituzaingó. Junto con Urbasur, AESA, Galú y el gobierno de la ciudad –que está a cargo de Lugano- se reparten la ciudad en siete zonas. Con las concesiones vencidas desde 2009, en la ciudad está en marcha un reacomodamiento que deberá contemplar al sindicato de Camioneros.

Sumemos al fantasma que se expandió en el conurbano durante el primer kirchnerismo en tensión con los intendentes de doce municipios. Covelia, la única compañía argentina que entendió que el reparto de ganancias que demandaba Moyano era lógico y merecido. Incendiada primero por los medios opositores y ahora por los oficialistas, la firma del compañero Ricardo Depresbiteris se propone lograr el salto a la ciudad: ingresar al fortín de Mauricio, que quizás le abra las puertas en la nueva coyuntura. “Nosotros no defendemos a ninguna empresa. Defendemos la fuente de trabajo. Que venga cualquier pero que siga respetando el sueldo y el convenio de Camioneros”, dice Moyano.

Hasta Cristobal López es un hijo de la basura. Inició su carrera en el rubro cuando, en 1991, se alzó con la concesión en Comodoro Rivadavia a lo Moyano: estacionó 50 camiones Scania en la puerta de la municipalidad. Y ganó.


La competencia

“Yo llegué a tener cuatro televisores en mi casa. La gente los tiraba, por ahí tenían algo roto, lo arreglaba y listo”, se acuerda Chicago. “Yo cuando era cargador me hacía por año 1200, 1300 dólares. Vos tirabas una olla, una pava de aluminio, la agarraba aparte, la metía abajo de la rueda del camión y ya me la llevaba aplastada. La amontonaba en casa y después la vendía. Se vende el cobre, el metal, el aluminio. Eso no existe más”.

El 2001 –sí, otra vez- cambió todo.

“Andá al microcentro. Vas a encontrar lo que ellos dejan, todo tirado. Si vos no respetás mi trabajo, ¿vos querés que yo respete el tuyo?. Ellos dicen que ahora son recicladores, el gobierno de la ciudad los llama así. Son inventos de gente que necesita trabajo. . Antes le decían cirujas, pero como al gobierno le sirve… No es un trabajo digno, no tienen obra social, no tienen nada. Que se entienda, no estoy en contra de la gente que necesita trabajar. Parecería que estamos enfrentándonos trabajadores con trabajadores. ¿Y el beneficio para quién es?. En el conurbano, el el problema grande lo tenemos con el barrido porque es una mano de obra muy grande. El gobierno te inventa el Argentina Trabaja y estás precarizando el trabajo. Yo quiero que les den trabajo digno, que los pongan en relación de dependencia. ¿Por qué no lo hacen?

-¿Se van a afiliar a Camioneros?

Y por ahí sí.

(publicado también en revista Crisis)