Entre lo profundo y lo monumental:
acerca de la apropiación política del pensamiento de Rodolfo Kusch
por el Grupo de Reflexión Rural
En estos días se realiza en el Congreso Nacional una Jornada
sobre el Pensamiento de Rodolfo Kusch, organizado por algunas instituciones
académicas y con el auspicio de estamentos de la cultura gubernamental. Como
discípulos y estudiosos de la obra del Maestro de la América Profunda, nos
sentimos obligados a realizar algunas
reflexiones sobre tal acontecimiento y a expresar las profundas diferencias que
sostenemos con quienes pretenden incorporar al Panteón del simulacro de la
cultura con minúscula, a quien representa el Pensamiento Popular desde la
humildad y el ostracismo de la existencia situada.
Nadie más lejano de los homenajes y de las figuraciones
organizadas que el pensador de la indigencia y de la vida rural, de las
vigorosas expresiones de la sabiduría ancestral y de las encrucijadas de la
Modernidad en la Tierra sacralizada.
Kusch fue un auténtico caminante de los senderos perdidos de
la existencia comunitaria, supo ponerle palabras a una Cultura que se resiste a
las imposiciones de la Globalidad, fue un pensador que se fue haciendo a sí
mismo, desde sus gastados zapatos en los adoquines de extramuros, a los
pedregales andinos de la inmensidad americana. Un hombre entero como su vasta
obra, riguroso consigo mismo como con los artificios de la racionalidad
colonial, cuidadoso en los conceptos, casi parco, pero sonriente y generoso en
presencia de los amautas y las comadres decidoras de los antiguos ritos del
amparo.
Desde su temprana juventud, se empeñaría en comprender las
peculiaridades del arraigo, y se definió
claramente como un mestizo cultural en los mismos ámbitos de las filosofías
trasplantadas. Su decisión existencial lo alejaría de ese modo, paulatinamente
de los claustros y de los reconocimientos académicos, para comprometerlo como
un simple profesor, a la enseñanza, pero mucho más todavía, al develamiento de
las antiguas sabidurías olvidadas por siglos de colonialidad y soterramiento.
Lo alejan asimismo en aquellos años de las consideraciones
académicas, sus decisiones personales de respaldar el Movimiento Nacional de
Liberación y a su Conductor, cuando la pertenencia a la causa popular y a sus
principios, eran consideradas una
afrenta. Años de extrañamiento e indiferencia le permitieron trabajar en los
fundamentos mismos de otro pensar y de alteridades soslayadas por los ritmos de
las filosofías esterilizadas en el mismo momento de ser transplantadas al suelo
americano.
La incomprensión y el silencio en su tierra, pero también
alguna repercusión de su pensamiento en otras latitudes regionales, le permitiría sin embargo,
publicar sus textos liminares sobre la Cultura popular y el pensamiento
indígena, continuando así los abordajes rioplatenses y criollos de sus primeras
obras. Un camino que ya no se detendría en los meandros de la universalidad, y
más bien, arraigaría en los mismos territorios donde se vive todavía un
pensamiento seminal que nace desde la tierra y desde el paisaje y que da frutos
en una Cultura con mayúscula. Decisión kuscheana que lo lleva hasta los límites
mismos del pensar, desde el “estar siendo”, y desde el juego interminable de
los dioses tutelares, a los que les solicita repoblar las tierras de América.
Los felices años del retorno de la Historia lo encuentran a
Kusch multiplicando proyectos de teatro popular y cultura en las barriadas
suburbanas, muy pronto destrozados por la muerte de Juan Perón, y por los años
oscuros de la tragedia argentina.
Al Norte se va entonces el maestro, plasmando en la
distancia, los ideales incumplidos de la Patria. Hasta allí llega sin embargo,
la revancha que lo obliga a expatriarse entre las montañas mágicas de la
Quebrada y la vecindad de los humildes seres del amparo. Una mueca feroz de lo
nefasto, pero a la vez, como siempre ha sido, el necesario extrañamiento para
volcar en febriles escrituras, la potencia concebida de un pensar raigal y
contestatario, desde la misma indigencia material y las soledades de su exilio.
La muerte lo sorprende en Septiembre de 1979, en la plenitud
de la madura reflexión, como un hachazo
existencial o como un juego perdido por los dioses mismos en esto de
“estar siendo” para la trascendencia o para la finitud de una eternidad
gastada. Aunque ya no está con nosotros en su vieja Estanciera de motor
recalentado, Kusch continúa hoy,
destrozando las ilusiones de la Modernidad y del crecimiento, así como continúa
desarmando los mecanismos de la seducción iluminista y del desarrollo material.
En estos tiempos tormentosos, tiempos de construcciones
fantasmagóricas, tiempos de relatos y
simulacros progresistas, entre las diatribas al Imperialismo y la entrega
sumisa a las Corporaciones, la sola intención de pretender un Rodolfo
Kusch complaciente con la Argentina del
monocultivo sojero y de la Megaminería a cielo abierto, es un delirio propio de
quienes extraviaron el sendero entre las seducciones del poder y las recetas de
un marxismo degradado.
Hace largos cuarenta años Kusch desnudó las lógicas de la
colonialidad cultural, las mentiras del
Desarrollismo y la destrucción de la vida rural por la llamada Revolución
Verde. Polemizó asimismo, con los pedagogos de la concientización para el
mercado y el consumo, y expuso crudamente el papel de los sectores medios
urbanos en la trama imperial que nos sujeta a las nuevas dependencias. Los que
estuvimos a su lado entonces y los muchos que hoy intentamos ser consecuentes
con su obra, repudiamos el intento de tergiversar sus memorias. A la vez que aceptamos la infinita distancia que obra entre la
monumentalidad apoderativa y la profundidad de lo innombrable, y nos
ratificamos en que las luchas contra el Capitalismo, deben ser acompañadas
necesariamente, por un esfuerzo contra las nuevas colonialidades y por una
crítica a las lógicas de la Modernidad que hoy nos ofrece un progresismo tardío
y entreguita.