Un Papa Cuervo y Peronista

por Juan Pablo Maccia



No hace falta ser teólogo para darse cuenta de que algo grande se juega en torno a la fumata blanca que avisa que el célebre Cardenal Bergoglio es el nuevo Papa. El primer Papa no europeo, latinoamericano, a pocos días de la muerte de Hugo Chávez. Previsible: la mirada del mundo puesta en región,  los pobres y en los mecanismos espirituales para capitalizar su vitalidad.


El primer Papa, también, de la Compañía de Jesús: jesuitas e intelectuales de la iglesia, pero sobre todo, los que mejor combinan lo celestial con lo terrenal. 


Y Papa argentino y setentista: Bergoglio es un viejo cuadro de Guardia de Hierro, de la "derecha" peronista; con un vínculo "oscuro" con la dictadura del 76. Lindo quilombo.

¡Hay Cristina!: vamos a tener que movernos rápido y finito. Los soportes territoriales y sindicales emocionan (¡hasta Pelloni!), el peronismo se derrite, el Pro brinda, los trsokos troskean con el opio de los pueblos (que rico es el opio…).

El Papa Francisco -Panchito para los amigos, porteño y cuervo desde siempre- viajaba en colectivo a las villas de la ciudad de Buenos Aires (Elefante Blanco), daba misa en Plaza Constitución y amparaba las denuncias de La Alameda contra la esclavitud en los talleres textiles clandestinos y la red de trata, así como a los fanáticos de Cristo Rey con su cruzada fascista a cuestas. Se trata un papa joven y peligrosamente político para una coyuntura especial para el occidente capitalista: le espera una tarea de reconstrucción conservadora que el catolicismo pedía a gritos luego de la frustración de Ratzinger.

Veo la biblioteca de mi prima Laura, peronista y lectora Adorno. Tiembla Kierkegaard, ríe Nietzsche, Spinoza se acurruca, Gramsci carraspea, Agamben se expande, Rozitchner se afila. La iglesia es menos institución residual y más la representación institucional de una metafísica hegemónica en todo el occidente capitalista: es hábito, economía y ley. Es régimen de propiedad, denigración de la sexualidad y prioridad de lo inmaterial sobre lo sensual, de lo simbólico sobre los placeres y afectos de la materia. Con esto nos enfrentamos, siempre, y ahora –parece- más que nunca.