Yael y Roció
por Diego Valeriano
La
duda de Yael es si lleva o no a Roció al outlet que están por ir a arrebatar.
Está esperando a su mamá que quedó arriba del bondi por un piquete en la Savoia. En el último
wasap le dijo que se venía caminando. Si la espera puede quedarse sin nada, si
va con Roció puede ser peligroso y, además, va a agarrar muchas menos cosas.
Hace dos horas le avisaron que iban a caerle al chino de Gaspar Campos, pero
prefirió no ir. Al que abría que caerle es al mercadito de Rosana, por hija de
puta. Pero a Rossana es imposible, tiene tanto arreglo con la policía que ya hay
dos en su techo enfierrados y al jefe de calle dando vuelta en el Bora blanco
con vidrios polarizados. Otro mensaje de la mamá le dice que está a 20 cuadras.
“si keres dejala en la cuna q ya yego” Cómo voy a dejar sola a Roció, se
indigna para sí. Cuando era más chica dejó varias veces solo a Pedro para ir a
bailar, pero eso era antes.
Hace
un calor insoportable que la pone más nerviosa aun. Está encerrada en la piecita
del fondo con el aire a 16, en la tele hablan de problemas en algunos barrios,
pero no dicen nada del de ella. Quiere unas Nike para llevarle al papá de Roció
en Navidad, jamás le pudo llevar nada piola y quiere esta navidad poder
hacerlo. Mira el aire porque no puede creer el calor que hace, marca 16, pero
parece que no tuviera fuerza. Arroja una brisa tibia, se enoja. Le manda un
wasap a la mamá pero solo marca un tilde. Espera, espera y no marca el otro. Ya
uso la carga s.o.s y no tiene crédito ni para un mensaje. Se corta la luz.
Ni
tele, ni aire, ni música. Sale a la calle y descubre que esta todo el mundo
afuera. Algunos pibes comienzan a armar una fogata en la esquina. A lo lejos se
escuchan explosiones, detonaciones la corrige Enrique. El Bora para en
la fogata y da algunas indicaciones. Se acerca Cepillo y se quedan hablando un
toque con el jefe de calle. Frenético como es, comienza a caminar y dar
órdenes. En 5 minutos armó cinco fogatas/barricadas en tres cuadras a la
redonda. “Se vienen los de las casitas”, escucha que dice el hermano de
Cepillo. Lo único que ilumina la calle es la enorme fogata que llega hasta el
cielo cerrado de nubes. Yael atiende el teléfono, es la mamá que le cuenta que
se va a quedar en lo de su comadre, esta solo a diez cuadras pero no se anima a
caminar sola. Le cuanta que se queda hasta mañana. Le agarra una bronca bárbara
y después miedo de quedar sola. Cepillo no para de dar órdenes y contraordenes.
Llega gente del municipio, todos los vecinos los rodean, Cepillo pide calma.
Todos gritan, pero la que grita más fuerte es Mariela. Cepillo intenta calmarla,
pero es en vano. Lo único que piden los del Municipio es que le garanticen
seguridad a los de Edesur para arreglar el transformador. De nuevo empiezan los
gritos y Mariela promete con su vida que nadie los va a tocar, pero que si no
lo arreglan ella misma los va a cagar a corchazos. Yael decide acercarse a la
avenida porque ya no soporta su cuadra. Camina mientras nota que cambia el
viento “ojala refresque”. No hay luz en ningún lado. Un fuerte olor a lluvia la
atrapa, intuye que sí, que va a refrescar, y eso la tranquiliza.