Ciudad berraca: la parábola de Marx

Algunas reflexiones acerca de la situación del narcotráfico, la ciudad y la política



por Juan Monteverde

La crítica situación que vive nuestra querida ciudad de Rosario se vuelve cada día un poco menos verosímil. Y es cada vez más difícil situarse en la obligada racionalidad que nos permita actuar.

Lo "real" se mezcla con el relato mediático del mismo, y los actores políticos, judiciales y periodísticos, se sumergen entre la realidad real, el relato de lo real y la ficción televisiva del patrón de patrones.

Hace tiempo que los que venimos sosteniendo que la crisis de Rosario no es una crisis social de los barrios sino un problema político de toda la ciudad, nos vimos tristemente legitimados por los hechos. Que el narcotráfico como problema geopolítico global llegó para quedarse y que amenaza en potencia, como lo hizo antes en otras latitudes, las bases mismas del sistema democrático a pura prepotencia de dinero a toneladas, corrupción política de escala y una fuerte hipocresía social.

Si algo tenemos que tener en claro del narcotráfico, es que no están los buenos de un lado y los malos del otro, como casi nunca en la vida. Por eso suena casi siempre impostada, la foto grupal con cara de circunstancia de la corporacion politica.

La narrativa hegemónica del Estado versus los "bandidos"(como se los llama en la serie) es solo un cuento infantil que insulta, desde los portavoces oficiales, la inteligencia de la sociedad civil rosarina.

El día en que como sociedad compremos ese cuento, será la tarde en que se desate la ya fallida, a escala mundial, guerra contra las drogas. Y desde allí no hay retorno. Los muertos se contarán de a miles, y crecerán las cifras al mismo nivel que continuarán creciendo las cuentas de los narcotraficantes.

Porque la violencia sólo se vende en forma de espiral. Y cuando una sociedad legitima su compra como resolución de conflictos, solo resta esperar que la violencia se multiplique a lo que el espiral, por su geometría inevitable, impone.

La tapa del diario de mayor circulación de nuestra ciudad del día sábado, decidió que ese día sería bisagra y alteró su formato tradicional. El título principal apareció con un fondo negro de luto, y en letras blancas su contenido, tanto o menos importante que su forma. “Descubren un plan para asesinar a un juez y a un fiscal”.

Más allá de si “ameritaba” o no el fondo negro o de si, como se instaló cierta polémica en la cual no entraremos, una llamada entre dos presos es un “plan” o simplemente reacciones de bronca, traiciones y venganzas como lo hay por miles en las cárceles argentinas, el quiebre simbólico que representa esta tapa es inalterable.

Pues como viene la cosa por estos lares, hay veces en que es más real lo que se dice de lo real, que lo real en sí mismo. Y eso no es sólo una interpretación de un hecho pasado (como lo es una noticia) sino que genera efectos hacia delante, hacia el futuro. Es un efecto que causa. Es lo mismo la reacción que genera el hecho concreto y probado de que te quieren matar, o la sensación de que quieran hacerlo.

Entonces hoy lo real, en nuestra querida ciudad, es que está instalado, por esa tapa, que cualquiera puede mandar a matar a cualquiera. Y en el imaginario donde esto opera, en el sentido común de nuestra ciudad, no hay que ser muy lúcido para acordarse del primer juez o “persona importante” que manda matar Pablo Escobar. Y como los muertos que empiezan un día, no terminan nunca.

Tampoco es difícil imaginar la escena donde los “dueños” del diario La Capital deciden que sí, que esto no da para más, y que la noticia es los suficientemente grave como para ponerla en fondo de luto y acordarse del Diario El Espectador y la cruzada que este ,según la serie, encarna contra el cartel de Medellín, y el desenlace sangriento que le cuesta la vida a su director y dueño “don Guiyer”, Guillermo Cano.
El problema es que del diario El Espectador conocemos solo su parte heroica de lucha contra Escobar, y de La Capital… a La Capital lo conocemos .

Y para colmo de males, y para terminar con esa fantasía donde todo cierra y parece que los Rosarinos estamos viviendo en la serie que vemos por televisión, nos enteramos por otro diario que hace algún tiempo balearon la sede del diario La Capital y eso no fue noticia. Que eso no salió en tapa negra con fondo de luto.

El diario El País de España publica el domingo en su tapa papel, una extensa nota sobre la situación del narcotráfico en Rosario y arroja este dato de la balacera oculta.

Así las cosas en nuestra ciudad, los diarios nos van contando la historia que vivimos todos los días en nuestros territorios y la serie El Patrón del Mal nos muestra el futuro de cómo seremos, y sentimos como dice la canción de Spinetta que “si esto sigue así como así, ni una triste sombra quedará, ni una triste sombra quedará”. Por lo menos eso es lo que se interpreta de la realidad, lo que dicen que es la realidad los que la escriben y lo que en definitiva ocurre: una mezcla entre ambas.

Mientras tanto, mientras las fichas grandes se van moviendo en el escenario público del poder entre corporación mediática y corporación política, en lo real realísimo de nuestros territorios, de nuestros barrios, de nuestra ciudad, siguen cayendo los muertos. Que no son jueces ni fiscales, sino pibes de gorrita que no terminaron la secundaria. Pero se mueren de a montones, aunque a nadie parezca importarle. 

Esa realidad vivimos. Y tratamos de encadenarla con esa que vemos en los diarios. Y ahí hay cosas que no cierran. Y allí está lo más grave. No sabemos si la democracia está en juego, si la interna del negocio de una policía autogobernada nos está matando a todos, si nuestro Pablo Escobar está preso o en realidad hay hoy muchos patrones a menor escala y operando en nuestra ciudad. 

No sabemos quiénes son los buenos y quienes los bandidos que hay que perseguir.No podemos discernir lo real de lo irreal. Y ese, ese es un gran problema. 

Marx ya nos enseñó que la historia se repite, pero no sabemos si estamos en la parte en que lo hace como tragedia o como farsa.

Entonces parece que al cuento infantil que nos quieren leer, le está faltando una parte. Que como sociedad, hay algo que no nos están contando, esos que nos convocan a que los defendamos porque en la “guerra contra el narcotráfico no sobra nadie”.

¿Será que lo que hay que enfrentar no es una guerra, sino legalizar un mercado que existe y que el estado debe regular para terminar con las mafias que viven, justamente, de esa ilegalidad y de la hipocresía de una sociedad que no se anima a confesar que consume drogas todo el tiempo y en todos lados?

Será que no tenemos que seguir “pagando las cuentas de gente sin alma que pierde la calma por la cocaína”.

Será que hay que armar otro cuento.

Pd: después de escribir estas líneas, apareció una “nota” (muy paga) en el diario El Litoral, donde el gobierno de la provincia de Santa Fe no hace más que refrendar las ideas vertidas en este tetxo, y otras penurias más. Gracias a ellos!