Ni héroes ni dignos, que feriado el del 1 de mayo

por Rosa Lugano



De chica siempre padecí las lecciones histórico-morales. No quiero hablar de lxs héroes de Chicago ni de Sacco Y Vanzetti. Ya está el trabajo Osvaldo Bayer para instruirnos de las luchas obreras argentinas de comienzos de siglo pasado.  Y lo cierto es que con respecto al peronismo histórico todo es difícil: no logro conciliarme fácilmente con esa cultura política, ni puedo volverme insensible ante la experiencia que la clase trabajadora ha hecho bajo sus banderas. La historia hoy no me ayuda. Pero si trato de mirar de frente a nuestro presente percibo que el trabajo no es asunto de “héroes” ni de “dignos”, sino de explotados.

¿Se puede seguir pronunciando esa palabra en épocas en la que cada vez más las personas trabajan sin patrón, o bien se hacen socias o amigas del patrón, o bien se supone que hay un Estado Bueno que amortigua y compensa lo que se pierde a manos del patrón?

En otras palabras: ¿subsiste el lenguaje que emplea los términos “explotado/patronal” cuando la relación entre clases deja se ser una lucha y se apaciguada estructuralmente (más allá de la proliferación de episodios sindicales-paritarios)?

Lo pregunto de otra manera: ¿no es “patrón” quien organiza en beneficio propio el tiempo de vida (trabajo) de los demás? ¿No es pro-patronal quien acompaña, asesora, sanciona y estetiza esa situación de subordinación de las mayorías? ¿o acaso la auto-empresarialidad, y la autoexploración no depende de mecanismos de mercado, como la deuda y el crédito que alguien diseña? ¿Y el aparataje que nos hace trabajar por nuestra cuenta para pagar renta (inmobiliaria, urbana)?

¿No hay violencia de clase cuando el uso del tiempo produce conflictos en nuestras vidas, en las vidas de quienes tenemos que dedicar nuestro tiempo bajo mando de estos mecanismos del beneficio y la renta?

Como todos los años el día internacional del trabajo es el día de la hipocresía laboralista o bien el día en que reflexionamos sobre el modo en que nos podemos reapropiar del tiempo de vida individual y colectivo, y sobre todo del lenguaje (pacificador o belicoso) con que nos pensamos.