La encrucijada de los movimientos ante el Gobierno de Syriza
por Theodoros Karyotis
Es ya un lugar común afirmar que la
victoria electoral de Syriza se basa en gran medida en las movilizaciones de
los movimientos sociales de los últimos cinco años en Grecia. No obstante, esta afirmación puede ocultar
la diversidad de idearios y demandas en la sociedad griega, como también puede
reforzar una imagen simplista de lucha entre las fuerzas pro y antiausteridad. Si bien Syriza ha estado presente en
las grandes movilizaciones de los últimos años, el factor determinante en la
consolidación de su hegemonía fue su capacidad de movilizar el voto de la clase
media, convenciéndola de que podía revertir las injusticias producidas por los
recortes indiscriminados, parar la movilidad hacia abajo y retomar el camino
hacia la prosperidad material de los años anteriores a la crisis.
Sin embargo, en el interior de los
movimientos sociales hay dos imaginarios distintos, complementarios y a la vez
antagónicos. Por un lado están
los movimientos de ciudadanos afectados por el ataque antisocial de la troika,
que exigen la restitución del Estado de bienestar como
instrumento de redistribución, el fortalecimiento del Estado como mediador de
los antagonismos sociales y la vuelta al crecimiento económico con el fin de
paliar la pobreza y desesperación que el desempleo masivo ha provocado. Por el
otro, está una
multitud de movimientos que pretenden ir más allá del Estado y de la economía
capitalista como principios organizativos de la vida social y empiezan a construir ya alternativas
radicales basadas en la proximidad, la solidaridad y la participación.
Por
supuesto, los dos imaginarios coexisten en el seno de muchos movimientos y
están en fricción permanente. Debates interminables se han producido, por
ejemplo, en las asambleas de las docenas de Clínicas Solidarias Autogestionadas
de Grecia: ¿Es su objetivo tapar los agujeros que produce el rápido
desmantelamiento del sistema público de salud o, por el contrario, producir un
modelo alternativo de gestión de la salud que vaya más allá de lo estatal?
Los
movimientos dominados por el primer imaginario celebraron la llegada de Syriza
al poder como una victoria propia. Sin embargo, un mes después, se están
dejando claras las limitaciones de este ideario en la coyuntura actual. El
poder del Gobierno nacional se demuestra insuficiente para plantar cara al
poder establecido a nivel nacional y supranacional. A pesar de la dura
negociación, el
nuevo gobierno ha vuelto de Bruselas con un nuevo plan de austeridad que
complicará muchísimo la puesta en marcha de su “plan de salvación social”
anunciado durante la campaña electoral. Aunque
este desenlace represente una mejora comparado con los planes de rescate
anteriores, y aunque sea sólo un primer paso en la larga negociación, queda
patente que en una Europa dominada por un núcleo duro neoliberal que exige
sacrificios humanos para aplacar el mercado, hay muy poco margen de maniobra
para un gobierno progresista. Además, con las arcas públicas vacías y el
chantaje permanente del servicio de la deuda soberana, una recapacitación
económica basada en políticas de inspiración keynesiana parece también
irrealizable.
Desmovilización
Del
otro lado, los movimientos inspirados en el segundo ideario, después de la
efervescencia social de los años 2011-2012, vivieron una progresiva
desmovilización, debido en parte a
la estrategia de desgaste y represión del gobierno anterior, pero también a la
dinámica electoral de Syriza, que ha canalizado de nuevo el deseo de cambio
social hacia la vía parlamentaria. No
obstante, pervive todavía su legado de empresas autogestionadas, iniciativas de
gestión de los bienes comunes, ecoaldeas, cooperativas productivas o de
consumo, centros sociales, asambleas vecinales, y una larga serie de
iniciativas de base que prefiguran una institución alternativa de la sociedad
en clave de democracia radical y una economía construida sobre las necesidades
humanas.
En este marco se celebró en Atenas a
finales de febrero un fórum de pensadores y activistas de los movimientos de
base, con cientos de participantes, bajo el rubro ‘Prosperidad sin
crecimiento’, con el fin explícito de traducir su actividad en propuestas
concretas, tanto hacia el poder político como hacia la sociedad. Partiendo de
la premisa de que el crecimiento económico es ya incompatible con el bienestar
social y la sostenibilidad medioambiental, los movimientos de base buscan
complementar la resistencia creativa a las políticas neoliberales y la
construcción de alternativas viables desde abajo con la exigencia de reformas
radicales: desde la implantación de la renta básica universal o la institución
de nuevos regímenes de gestión de los bienes comunes hasta la creación de un
marco legal que permita el funcionamiento de empresas recuperadas, como la Vio.Me de Tesalónica. Se intenta así hacer uso de las
oportunidades que ofrece un gobierno que explícitamente reconoce la economía
social y solidaria como parte importante de su programa político.
No obstante, la relación entre el
poder estatal y los movimientos de base nunca está libre de fricción y
contradicciones. Históricamente, los gobiernos de izquierda presentan la
amenaza de cooptación y desmovilización de los movimientos. En la presente coyuntura es
importante que las iniciativas de base mantengan su autonomía de pensamiento y
acción, para evitar diluirse dentro del proyecto hegemónico de Syriza. Es por
esto que una de las iniciativas más relevantes que surgieron del fórum fue el
intento de conectar e integrar los proyectos antagónicos en torno a los bienes
comunes en un actor político que pueda adquirir protagonismo en una sociedad
postconsumista, ayudando a superar el dilema artificial entre austeridad y
crecimiento.
(Fuente: www.diagonalperiodico.net/)