Como la inmensa mayoría de los griegos, los franceses quieren la construcción europea, pero la quieren otra
por Étienne Balibar
(Traducción
de Ricardo Abduca)
¿Por
qué los franceses siguen los sucesivos episodios de la ‘crisis griega’ con
tanta pasión, como si se les fuera su propia suerte en ello? Porque así es.
Cada uno de nosotros tiene sus razones personales, profesionales,
intelectuales. Mas el fondo es político: es la actualidad de la política, su
resistencia a la ‘gobernanza’, su capacidad de reconquistar el lugar que debe
ocupar en una sociedad de hombres libres.
Creo
que estas cinco hipótesis pueden compartirse, aunque sea el único responsable
de ellas.
La
primera: los ciudadanos franceses (y no franceses) siguieron con pasión el
combate inteligente, obstinado, valiente, de un gobierno y de sus dirigentes,
decididos a respetar el mandato con que fueron investidos. Comprendimos
paulatinamente que el objetivo de las ‘instituciones’ y de la ‘gran coalición’
que gobierna en estos tiempos a Europa
ni iba a sacar a Grecia de la catástrofe en la que la hundieron ni iba a
ayudarla a reformar las estructuras ‘corruptas’, sino acorralarlas en una
rendición humillante, para que su ejemplo no cunda como mancha de aceite.
También se dieron cuenta, en ocasión del referéndum, que las noticias propaladas
por Bruselas por el Eurogrupo, etc., y divulgadas mayoritariamente por nuestra
prensa, estaban sesgadas. ¡Había alternativas!
La
segunda: que están en vías de darse cuenta del problema de reactivación de la
democracia, de la que depende la legitimidad de los poderes que nos representan
en cada país de Europa. Los griegos dan el ejemplo, y plantean un problema, que
claro está que no van a poder solucionar ellos solos. El argumento machacado
desde hace semanas: “La voluntad popular de una nación no puede prevalecer
contra los tratados” se volvió “No puede prevalecer contra la voluntad de las
otras dieciocho naciones”. Es verdad. Todavía hace falta que se consulte a
estas otras, en las formas activas puestas en práctica por Tsipras y su
gobierno. El nivel de exigencia democrática está en vías de crecer en Europa.
La
tercera, que los griegos, dentro de la oposición a la orientación dominante en
la construcción europea, encarnan una verdadera modalidad de izquierda. Hacen
volar en mil pedazos el estereotipo de ‘populismo’ (o de ‘extremismo’,
supuestamente confundidos en la misma demagogia y la misma hostilidad de
principio a la construcción europea). Tsipras es pro-europeo y está en contra
de la política de las finanzas. No tenemos nada de esto en Francia, en donde la
contestación se inclina más bien hacia el Front National. Esto nos interesa y
nos interpela.
De
ahí la tercera razón: ¿Qué política de izquierda para hoy? ¿Qué discurso, qué
prácticas militantes, qué objetivos tiene que tener una izquierda digna de ese
nombre en el siglo XXI? En Francia vivimos un momento depresivo, entre una
izquierda que forma filas con el liberalismo dominante, desmemoriada de todos
sus compromisos, y una ‘izquierda de la izquierda’ dividida, a menudo
verborrágica o vacilante. Miramos hacia Syriza, o hacia Podemos, para buscar
inspiraciones, aunque mejor sería hablar de emulación, ya que no hay modelo
traducible o idéntico.
Cuarta
razón: la resistencia de Syriza a los diktats mortíferos de la troika, la lucha
que tiene que librar ahora (porque el referéndum no resuelve nada, sólo vuelve
a barajar algunas cartas y redobla las apuestas) prueba que la economía es cosa de tomar elecciones. Es
en sí misma una política. Y la gran mayoría de los economistas (incluso el FMI)
sabe que hace falta restructurar la deuda, y salir de la austeridad. Pero la
gran cuestión es el desarrollo concertado y solidario de las sociedades del
continente. En una Francia que se está deslizando hacia la decadencia y la
injusticia, esta cuestión resuena con fuerza.
En
fin, y no es la cuestión menor, Tsipras, su gobierno y su pueblo dijeron
claramente que su objetivo no es el fin de Europa (al cual, por el contrario,
nos precipitan el dogmatismo y la obstinación de nuestros ‘dirigentes’
actuales) sino su refundación sobre nuevas bases. El ‘momento constitutivo’ del
cual algunos de nosotros hablamos desde el inicio de la crisis está allí, ante
nosotros. Sólo tendrá chances de materializarse en tanto la opinión pública, en
todo el continente, cambie bastante. Y tan rápido como para evitar el Grexit
(la expulsión de una nación fuera de la comunidad) y para plantear allí la
cuestión: ¿cuál Europa? ¿Para quién? ¿Con qué medios? Como la inmensa mayoría
de los griegos, queremos la construcción europea, pero la queremos muy distinta.
Sabemos que no podemos perder una oportunidad como ésta. Gracias, Alexis
Tsipras, por dárnosla.