Obama y Macri, un 24 de marzo // Lobo Suelto!


Imaginemos el acto que Macri con Obama planean realizar el próximo 24 de marzo. En Casa Rosada, en la Embajada o donde sea. El presidente de EEUU viene de paso hacia Cuba en “histórica” visita. Y, de paso, toma la palabra en Buenos Aires, en el momento en que se conmemoran los cuarenta años del golpe militar corporativo que dio lugar a la última dictadura. Macri, Obama: ¿hablarán contra el terrorismo global y el narcotráfico? Gran acto de conversión, de adecuación global de la Argentina: los derechos humanos despojados de toda significación ligada a luchas populares. Enorme capitalización de los derechos humanos como marca global, en favor del orden. ¿Puede concebirse mayor servilismo?

Morales Solá anuncia el acto hoy en su columna del diario La Nación: "La visita de Obama a Buenos Aires coincidirá con el 40° aniversario del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Ambos gobiernos están trabajando en un acto conjunto de los dos presidentes, que se realizará ese día para rendir homenaje a los derechos humanos violados durante la dictadura. El kirchnerismo ya adelantó su protesta. Nadie podía imaginar una cosa diferente de esa fracción política ni un aporte más valioso".

¿Morales Solá se sumará a la fiesta? Sería fácil citar aquella amarga premonición –tantas veces cumplida- de Benjamin según la cual si el enemigo vence –y no para de vencer- ni los muertos estarán a salvo.  No está de más tenerlo en cuenta, aunque habría que evitar, ahora mas que nunca, hacer del 24 de marzo un acto congelado de la memoria, un acto meramente defensivo, de competencia de fracciones o despojado de tramas populares. Sobre todo ahora que queda ratificada la fecha del 24 de marzo como momento clave respecto de la capacidad de desafío al consenso que el macrismo quiere instaurar; un consenso adecuado al orden que el occidente entero sueña con imponer por cualquier medio.   

Ni mera memoria, ni lucha parcial de los organismos, ni polarización entre fracciones. No es posible no percibir que de esta disputa fundamental dependen también los temas de los que se conversa a diario: de las paritarias a la educación, de la política exterior del país a los planes sociales, de los despidos a los protocolos represivos,  de los femicidios a la criminalización de los pibes en los barrios, de la inflación a la inseguridad.

No es cierto que el 24 de marzo recordemos “violaciones de los derechos humanos”. Lo es, en cambio, que en esa fecha rechazamos con toda nuestra fuerza el uso del terror como fundamento político de la concentración/económica pasada, presente y futura. Los 24 de marzo pensamos a fondo sobre las continuidades entre explotación y represión; entre desposesión y violencia estructural del régimen de acumulación.

Nada más actual,  más urgente, que afirmar el próximo 24 de marzo, en la calle y en donde sea, el contenido democrático y rebelde de los movimientos populares. No como modo de posponer las discusiones sobre nuestros los límites políticos (no hay porqué acallar ninguna diferencia, ¡al contrario!), sino como delimitación elemental a partir de la cual habrá que volver a la pregunta de fondo: ¿cómo ligar política y transformación sino a partir, justamente, del rechazo a toda imposición de adecuación al orden?

El 24 de marzo, ahora queda más claro que nunca, tenemos una gran cita.