Otras marchas // Diego Valeriano


Hay que tener el corazón muy ortiba para no sentir que estos casi tres meses de la restauración careta fueron furiosamente anti populares. Ni una cosita, aunque sea una, que no sea en benéfico de ellos mismos. Algunas les cuestan un poco más, algunas muy fáciles. La verdad sea dicha, están haciendo lo que se les canta el orto y no se los impedimos.

Ahora, en un mes se cumplen 40 años del golpe, es como que todos lo estamos esperando. Algo tiene que pasar. Ciertamente lo de Obama es mucho. Mucho lo que nos indigna, mucho que venga. Tal vez haya una exageración compartida  en la visita de Obama, tal vez. De todas maneras la marcha es nuestra cita obligada, aunque seguramente ahí ya no pase nada.

Pienso en las otras marchas,  más vitales, más transformadoras, que se dan a diario, veo fugas y esperas. Hay marchas de Catan a Liniers, de Olmos a La Plata, de Perú a San Telmo. Marchas donde no sabes qué hacer con lo que te pasa, sentís más cosas de las que tu cuerpo puede resistir y sin embargo se resiste.

Estas marchas no son una certeza, no se trata de encontrar algo perdido, de llenar un vacío o completar la pieza que falta.  No hay modo de reflejar lo que no se comprende. Una fuga que no se sostiene en la creencia de algo original, clave o esencial. Consumo, fiesta y conflicto. Una marcha que es poco percibida, que balbucea apenas una consigna. Una transformación que no cesa, una huida que no responde tanto a una persecución como a una espera. Hacer mundo como porvenir de una fuga que siempre comienza, que nunca se alcanza, que no se completa, que desespera.

Marchas sin opinión, sin reflexión. Pura carga vital, pura conservación de la interioridad como manifestación de resistencia. Y al llegar, quedarse: resistir, fiesta y conflicto; como los cartoneros en Paternal, como los puesteros en Once, como mujer de preso alrededor del penal, como la puntera Rosa totalmente zarpada en impoder.

La de los 40 años es cita obligada, como no serlo! Pero también estan estas marchas de los otros en que la identidad (nunca definida del todo, siempre runfla) se sustenta como fuga y no se sostiene en una creencia clave o esencial.


Hay una marcha que siempre me gusto y lamento que haya terminado, es la que se da en el video de Intoxicados, el Pity va esquivando balas con su bicicleta y se le empiezan a sumar rolingas, pibas, parejitas jovenes, murgueras, vecinas, nenitos en cuero, turros por venir y cuanto runfla ande por ahí. Siempre quedo manija al verlos avanzar ocupando toda la calle, contentos de tan prepotentes. Tal vez si esa marcha continuaba las cosas eran bien distintas, tal vez ante la insensible crueldad del tiempo, no hay mejor verdad que el absurdo.