Criticar al kirchnerismo para criticar mejor al macrismo // Diego Sztulwark
¿Cómo se da lo
político hoy? Escribe Morales Solá en La Nación: "La razón de la
reacción judicial aparece nítida en ese mensaje de Lorenzetti. Más que el deber
de los jueces (o tanto como el deber) se impone ahora un mandato de la
sociedad. La frase "que vayan presos" está tan difundida en la
sociedad como a principios de siglo lo estuvo la que clamaba "que se vayan
todos". Y la mirada social se posó sobre la Justicia. De hecho, un juez
federal, conocido por sus favores al kirchnerismo, debió abandonar su casa en
un country después de comprobar que le era imposible convivir con los reproches
de sus vecinos".
La fuerza que
durante la crisis de 2001 amenazaba al orden ha sido completamente neutralizada
y apropiada en sentido inverso. La amenaza funciona ahora en sentido contrario.
Lo liberal-acomodado aprieta a los jueces para que inicien un mani
pulite. Es el sistema político el que amenaza con descargar una crisis
social si las cosas no se dan como suponen: "Que se vayan todos"
destituía un orden neoliberal. El kirchnerismo, en lo que tuvo de progresivo,
se explica por la calidad de esas fuerzas. Que vayan "todos presos"
sustituye el problema del lazo social tomado por la forma empresa por una moral
anti-corrupción incapaz de plantear el problema de la propiedad y la
acumulación.
La lucha contra la
corrupción es el modo que tienen las derechas de siempre para canalizar la
"indignación" hacia zonas controladas, en las que se afirman los
valores del mercado. La crítica transformadora, en cambio, comienza por
criticar las formas de explotación, y no por una supuesta indignación
manipulable desde los grandes medios. No porque la corrupción no sea
enteramente repudiable, sino porque el repudio debe ligarse a una
problematización consecuente para no encallar en lugares comunes y hasta
peligrosos. La diferencia entre la mera denuncia y la crítica a fondo es el
tipo de fuerza que se afirma en uno enfoque y otro. Al respecto, no está de más
mirar de cerca lo que sucede en Brasil.
La denuncia
sustituye así la verdadera crítica. Porque criticar es un modo de comprender
que transforma y crea fuerzas cuestionadoras. La denuncia, en cambio, suele
operar como confirmación de los valores establecidos (de mercado en este caso).
Los Panamá-Papers aparecen como una nueva oportunidad para entender que la
ilegalidad en el manejo del dinero es un dato estructural del modo de
acumulación (como viene mostrando sistemáticamente la investigadora Rita Segato y como se denunció
estos años desde la Procelac). Y que lo que está en juego es quién controla
–quién denuncia- esas rutas del dinero. ¿No es esa la clave a seguir?
La subestimación
que el kirchnerismo hace de la corrupción debilita el poder de la crítica. Esa
subestimación, esa debilidad está en el corazón de la impotencia política
actual. Sin una auténtica crítica al kirchnerismo (esa voluntad de inclusión
inseparable de una voluntad de normalización de la crisis) nos será difícil una
profunda crítica al macrismo (esa voluntad reaccionaria de orden). Es un poco
la tarea de la hora.
Lo que nos lleva a
la lectura de un artículo que Diego Tatián escribió recientemente en Relámpagos:
“La primera e ineludible tarea –en realidad la segunda; la primera es el
registro de todo lo que no se hizo o se hizo mal para que el retroceso sea tan
brutal- es comprender sin subestimación ni consolaciones morales la naturaleza
de lo que tenemos adelante. ¿Frente a qué estamos”? Y se responde: “frente
a un gobierno al que le interese desarrollar una alternativa política y la
conciba según una temporalidad histórica; no frente a una alternancia que
recupera tradiciones ideológicas propias para disputar sentidos sociales. Lo
que hay en frente es un grupo de tareas gerencial cuya estricta misión es la de
reinsertar a la Argentina en el circuito financiero internacional”, lo que muy
posiblemente sea exacto. Pero el modo de preguntar puede resultar insuficiente
toda vez que la primera pregunta queda postergada a favor de la segunda.
Algo ha pasado en
este país –y en buena parte de la región- para que un gobierno como el de Macri
sea posible. Es fundamental entender esta mutación colectiva que posiblemente
sea algo más que un mero error del gobierno anterior. La crítica al macrismo
necesita que esa mutación sea pensada a fondo y públicamente (nada de
autocrítica a escondidas).
El régimen de
enunciación política del kirchnerismo tuvo cosas valiosas. Nombro dos: uno, abrió
algunos espacios de participación y, dos, denunció la pretensión de empresas y
corporaciones de privatizar la capacidad de decisión política. Su teoría
política tuvo igualmente límites estructurales. La participación no amplió de
modo considerable el sistema de la decisión política y se trató a todo impulso
autónomo –social, popular, intelectual- como “antipolítica”. Todo lo que
ocurrió parece jugarse esa misma ambigüedad ¿Qué se perdió en el medio? La
capacidad de comprender fenómenos como la agudización de la explotación
financiera (¿a qué tasa prestan los agentes bancarios dinero a los más pobres? ¿A
cuánta a la clase media?) y un esquema de consumo interno que subjetivaba de
modo neoliberal. El FpV creyó ganar las elecciones porque miraba las variables
macropolíticas. Cambiemos –que tiene tanto de cambio como de continuidad-
construyó su victoria sobre variables ligadas a la subjetivación que operaban
los mismos dispositivos micropolíticos que el kirchnerismo puso/mantuvo en
curso.
La primera pregunta de Diego, esa en la que no profundiza
en su texto, nos llevaría a pensar continuidades no advertidas, ligadas a la
persistencia de subjetividades neoliberales. La segunda, nos lleva a pensar
juntos cómo enfrentar sin medias tintas las políticas que Macri lleva adelante.
Poco interesado por la crítica nostálgica, hago notar que toda cristalización
afectiva quita potencia al pensamiento. Criticar al kirchnerismo no es un
asunto de nostalgias o de izquierdas abstractas, sino una tarea indispensable
del presente para entender por qué la resistencia estos días ha sido tan pobre,
para evitar que el “vamos a volver” sea pura melancolía impotente y para
afrontar lo que realmente nos importa: ¿cómo y desde dónde vamos suscitar las
fuerzas para qué lo político no sea mera reproducción del orden?