"La Nuit Debout es la transformación de una juventud de luto en una juventud en lucha" // Entrevista a Jacques Rancière
por
Europa constituyente
Traducción del francés de Juan Domingo Sánchez Estop.
¿Cuál es su opinión sobre el
momento/ movimiento Noche en Pie?
Primero digamos que mi punto de
vista es estrictamente limitado: es el de un observador externo que simplemente
reacciona a lo que para él representan los temas y las formas de este
movimiento. A primera vista, uno puede captar en este movimiento una especie de
versión francesa en miniatura del "movimiento de las plazas" que
surgió en Madrid, Nueva York, Atenas o Estambul. Es un movimiento tolerado en
el espacio que ocupa, más que invade. Pero comparte con estas ocupaciones la
preocupación por devolver a la política su dimensión de subversión material
efectiva de un orden dado de espacios y de tiempos. Ha costado que esta
práctica llegase a Francia, donde toda la "política" se reduce hoy a
la lucha de los competidores por la presidencia de la República. A la Noche en Pie le cuesta creer en sí misma y, a veces
se asemeja a una "ocupación a medias". Pero sí que pertenece a
aquellos movimientos que han llevado a cabo una conversión de la forma
manifestación en la forma ocupación. En este caso, ello se ha traducido en el
paso de una lucha contra determinadas disposiciones de la Reforma laboral en
una oposición frontal a lo que algunos llaman "uberización" del mundo
del trabajo, una resistencia contra esta tendencia, que querría suprimir todo
control colectivo sobre las formas de vida colectiva.
Más allá de las medidas
específicas de la ley El Khomry, es de hecho lo que está en
juego. La Reforma laboral fue concebida como la culminación de todo un proceso
de privatización del espacio público, de la política, de la vida... ¿El contrato
de trabajo es algo que se negocia para cada individuo, lo que significa volver
a la situación del siglo XIX, antes del nacimiento de las formas modernas de lucha obrera, o bien defendemos una
sociedad basada en control colectivo y la discusión colectiva tanto de la vida
como del trabajo?
La Noche en Pie apareció en
este contexto, como una reducción a escala francesa de algo singular que podría
llamarse un deseo de comunidad. Conocimos una época en que nos encontrábamos en
poderosas estructuras colectivas dentro de las cuales se reñían batallas, ya
sea en la universidad o en la empresa. La lucha entonces oponía en un mismo
lugar dos formas de hacer comunidad. Pero hemos llegado a final de una gran
ofensiva, que algunos llaman neoliberal, y que yo llamaría más bien la ofensiva
del capitalismo absoluto, que tiende a la privatización absoluta de todas las
relaciones sociales y a la destrucción de los espacios públicos donde dos
mundos se enfrentaban.
Contra esta privatización e
individualización vimos nacer, y se sentía muy intensamente en "Occupy
Wall Street", un deseo más bien abstracto de comunidad que ha encontrado
para materializarse el último lugar disponible: la calle. La ocupación
tenía antaño por lugar privilegiado la fábrica, en la que la comunidad obrera afirma su poder sobre
el lugar y el proceso en el que sufría el poder patronal, haciendo así de ese
lugar privado un espacio público. En la actualidad, la ocupación se practica en
las calles y plazas, que son los últimos espacios públicos en los que se puede
estar en común; discutir y actuar en común.
En la Noche en Pie se invoca a menudo la Revolución
Francesa, la Comuna o mayo del 68. ¿Qué opinas de esta movilización de la
historia revolucionaria, que algunos consideran más paródica que real?
Los Amigos
de la Comuna tienen
su puesto en la Plaza de la República. ¿Significa esto que nos encontremos por
ello en la continuidad de una gran tradición histórica? Debe quedar claro que
la ofensiva del capitalismo absolutizado vino acompañada de una intensa
contrarrevolución intelectual, de una ofensiva revisionista contra todas las
formas de la tradición de izquierda, sea esta revolucionaria, comunista,
anticolonialista o resistente. Esta contrarrevolución intelectual se ha
esforzado por reducir a la nada o incluso criminalizar todos los aspectos de
esa tradición. La Revolución de 1917 quedó reducida a los campos de
concentración estalinianos, la Revolución Francesa al Terror, el
anticolonialismo al inútil "sollozo del hombre blanco" y, por último,
la Resistencia a los excesos de la purga. Ha habido un gran cancelación de todo
un pasado, llevada a cabo por personas que, por otra parte, no cesan de gemir
por la "transmisión" perdida.
Este deseo de volver a conectar
con el pasado es, pues, importante, aunque pueda parecer formal y simbólico.
Estos recuerdos de una historia de lucha y de contradicciones también pueden
actuar como contrapeso frente al riesgo de disolución de la política en una
especie de fraternidad "New Age", en un movimiento como el de Noche
en Pie, que ya no se sitúa, como el de
Mayo del 68, sobre un trasfondo garantizado de creencia marxista en la
lucha de clases y los conflictos obreros.
¿Cuál es su lectura de la
exigencia tan horizontalista, sin representantes ni líderes, que defiende
la Noche en Pie?
Hay que situar esta exigencia
dentro de un contexto que es el del creciente horror que puede inspirar la
política oficial: para el 15M en Madrid, el gran lema, dirigido a aquellos que
estaban haciendo campaña electoral en aquel momento, fue: "No nos representan".
Pero también corresponde a un descrédito de las vanguardias políticas
revolucionarias que eran todavía muy fuertes en 1968. Las asambleas actuales
reaccionan contra aquellas asambleas que
conocimos, en mayo del 68 y posteriormente, manipuladas por grupúsculos. Hay
que entender este recordatorio de lo que puede significar la igualdad, incluso
en sus formas más materiales. Pero más allá de eso, lo problemático es la
ideología de consenso, que parte de la idea de que todo el mundo debe estar de
acuerdo y la fetichización de la forma asamblea, que sería sólo el lugar donde todo
el mundo debe poder hablar.
Esta es una preocupación
compartida también por muchas personas que participan en el movimiento: una
asamblea popular no debe ser sólo una asamblea en la que cada cual viene a
expresar por turnos su problema o su
rebelión y a defender su causa militante predilecta. La Noche en Pie, al igual
que todas las ocupaciones de este mismo tipo,
reúne por un lado individuos deseosos de volver a crear lo común, pero
también esa multitud de militancias parciales, especializadas, que se han
desarrollado en el mismo contexto de privatización de la vida pública y de
rechazo de las "vanguardias". Es importante que se afirme el derecho de
todas las voces, pero una asamblea debe poder decidir sobre algo y no limitarse a proclamar que "todos
somos iguales".
Una asamblea debe,
pues, manifestarse mediante decisiones y luchas y no sólo con una
figuración formal de la igualdad. No cabe duda de que es importante plasmarla
espacialmente. En 1848, hubo una propuesta de asamblea en la que los
representantes estaban abajo, y encima de ellos, miles de personas comunes para
supervisarlos. El aspecto propiamente material de la política igualitaria es
importante. Sin embargo, el actuar de la libertad y la igualdad no puede
limitarse a tomar la forma de una asamblea en la que todo el mundo tiene su libertad de palabra. La igualdad es un
proceso de verificación, un proceso de invención, no es sólo una fotografía de
la comunidad.
Sigue existiendo el problema de
inventar acciones y consignas para que la igualdad se ponga en marcha.
Una asamblea igualitaria no es,
pues, una asamblea de consenso, incluso si la idea de consenso está en el
corazón de todos los movimientos que ocupan plazas. Recuerdo la conmoción que
experimenté una vez cuando me invitaron a hablar en una universidad ocupada por
los estudiantes en Amsterdam ante una gran pancarta que proclamaba: "Consensus. No leaders". La lucha contra las
jerarquías es una cosa, la ideología del consenso es otra. Desafiar a los
líderes y la jerarquía, por supuesto, pero eso no quiere decir que todo el
mundo esté de acuerdo y que solo se haga algo si todos están de acuerdo.
¿Quiere decir esto que
hay que redefinir lo que entendemos por democracia, cuando se ha visto
con el incidente de Finkielkraut que había división
sobre el contenido de este término: consenso o conflicto?
El episodio Finkielkraut ha
descalificado a la Noche en Pie en entornos en los que, de todos modos, ya
estaba descalificada de antemano. ¿Qué hubiera pasado si Finkielkraut se
hubiese marchado sin que nadie se fijara en él ? Joffrin, Onfray y otros,
en lugar de denunciar el totalitarismo, se habrían burlado: "¡mirad a los
terribles revolucionarios, que ni siquiera se han atrevido a desafiar a
Finkielkraut! Todo esto no tiene mucha importancia. El problema está en otra
parte.
La democracia significa que
dentro mismo del pueblo democrático existan posiciones que estén en conflicto
entre sí y no sólo la sucesión al micrófono de una persona que viene a hablar
del marxismo, de otra que discurre sobre los derechos de los animales y de una
tercera que recuerda la situación de los migrantes. Se necesitan varios tipos de asambleas: asambleas donde
cada uno pueda decir lo que quiera, ya que también puede surgir algo
inesperado, pero sobre todo asambleas en las que uno de pregunte: "¿qué
estamos haciendo aquí y qué es lo que queremos?". El problema de la democracia
es llegar a constituir la voluntad de un pueblo. ¿Conforme a qué consignas se
decide que se va a "hacer pueblo", que se puede construir un
colectivo democrático?
Actualmente, se tiene la
sensación de estar en una especie de espacio de subjetivación, pero sin que se
instaure realmente una subjetivación colectiva. Esto supondría sin duda que
existan en otro lugar fuertes movimientos sociales y, en particular, que todos los
jóvenes que viven como al margen de la comunidad nacional constituyan a su vez
colectivos para decir lo que quieren. En la década de 1980, hubo aquella Marcha
por la igualdad en la que participaron jóvenes procedentes de la inmigración,
que luego fue recuperada, manipulada, aniquilada, al igual que todas las energías
engullidas por la mentira "socialista". Hoy es muy difícil volver a
poner en marcha la igualdad. No tengo más imaginación que otros, pero creo que
es ahí donde está el problema. A menudo seguimos teniendo la idea de que cuanto
mayor es la opresión, más resistencia hay. Sin embargo, las formas de opresión
que nos gobiernan no crean resistencia, sino desánimo, asco de uno mismo, la sensación
de que uno es incapaz de hacer nada. Así que podemos decir que la Noche en Pie
funciona en el vacío y vive de ilusiones, pero salir del desaliento sigue
siendo fundamental.
¿Qué piensa usted de esta
temática de escribir una constitución y preparar una asamblea constituyente?
El desinterés por las formas de
de la vida pública institucional en nombre de un supuesto radicalismo
revolucionario ha contribuido sin duda a la desmovilización de las
energías. Es importante, por lo tanto, reiterar hasta que punto el estado en
que nos encontramos es una consecuencia de la desastrosa Constitución de la V
República y de la anestesia de toda vida política y de la podredumbre de los
espíritus que ha producido a largo plazo. Un movimiento anti-V República, o
anti-Presidencia es, por consiguiente, una necesidad. Y, del mismo modo, el
recuerdo de algunas verdades provocadoras acerca de la democracia, como el
sorteo y lo que este implica: la desprofesionalización de la vida política.
Sin embargo, por un lado, el
llamamiento a la Asamblea Constituyente se acompaña a menudo de ideologías
"ciudadanistas" de poco calado y de ideologías "republicanas"
algo rígidas. Pero sobre todo no hay que imaginar que vamos a salir de la podredumbre
oligárquica actual limitándonos a escribir una buena constitución. Redactar una
constitución es importante cuando lo hacen personas a las que no se les pidió
que lo hicieran, que no tienen "calidad" para hacerlo. Pero también
esto es importante cuando se integra en un proceso de lucha donde las palabras
no son recetas para la felicidad futura, sino armas del presente. Estaría bien,
por ejemplo, que estas constituciones "redactadas por los ciudadanos"
se enmarquen en procesos de lucha efectivos contra el orden constitucional vigente,
que sirvan por ejemplo para "montar lío" en las famosas "grandes
primarias democráticas". Las personas allí presentes denunciarían la negación
de la democracia, pero ello daría lugar a una discusión sobre el propio
significado de la palabra democracia que podría ser útil.
El fondo del problema es que
hay que imaginar formas de vida política, que, a la vez, sean totalmente
heterogéneas con respecto a esta vida política oficial totalmente confiscada
por una clase de profesionales que se reproduce indefinidamente - una situación
que ha alcanzado en Francia un nivel sin precedentes en Europa occidental - y
que sean capaces, sin embargo, de enfrentarse a ella conforme a sus propias
formas y su propia agenda.
¿Qué le parece el reproche de
homogeneidad sociológica que se hace a la Noche en Pie?
Inicialmente, mayo del 68 fue
un movimiento de un pequeño grupo de estudiantes "pequeño burgueses".
Y trajo consigo la dinámica de la huelga general que transformó al propio
movimiento, con la convergencia en la Sorbona de múltiples formas de lucha que estallaban
aquí y allá. Hay que recordar el papel de modelo que desempeñó para la propia
ocupación de la Sorbona la huelga con ocupación y secuestro que llevaba
desarrollándose durante varias semanas en el taller de Sud-Aviation en Nantes.
La Noche en Pie llega después del juicio simbólico que condena a penas de
prisión sin fianza por el mismo delito a trabajadores de Goodyear. Se presenta en un
contexto de la deslocalización de empresas, de cierres de fábricas, de derrotas
obreras y de criminalización de las formas de resistencia. No puede
beneficiarse de la dinámica social que se conoció en mayo del 68. Claro que
harían falta movimientos de tipo Noche en Pie o de otro tipo en todas partes y
en especial en los barrios que se rebelaron en 2005.
Es fácil reprochar a la gente
que está en la Plaza de la República que sean estudiantes de secundaria,
jóvenes precarios o personas que no se representan más que a sí mismas. Pero es
el estado general de lo que se llama política lo que hay que tener en cuenta
aquí. En una Francia que se ha vuelto amorfa por la llamada ofensiva
neoliberal, la superchería socialista y la intensa campaña intelectual contra
toda la tradición social militante, uno no puede darse por satisfecho
reduciendo la Noche en Pie al hecho de que este movimiento no representa gran
cosa sociológicamente.
Para que este movimiento vaya
más lejos, tendría que poder inventar consignas, que lo hagan estallar más allá
de sí mismo. Puede que exista la posibilidad de aprovechar la situación preelectoral
para crear no unas “primarias de la verdadera izquierda", sino una muy
fuerte movilización contra el sistema presidencial. Cabría imaginar que ese
movimiento no sólo condujese a las declaraciones en el sentido de que nunca más
vamos a votar socialista, sino a algo así como un movimiento por la
no-presidencia o por la supresión de la presidencia de la República.
¿Pueden permitir las Nuits
Debout salir del clima plomizo posterior a los atentados de noviembre, simbolizada por
una plaza de la República reocupada por la palabra y la lucha, cuando se
había convertido en un mausoleo?
No hay que pedirle demasiado a
este movimiento. Es cierto, sin embargo, que una de sus características
importantes es la transformación de una juventud de luto en una juventud en
lucha, aunque esa transformación no es fácil. Cuando uno va a la Plaza de la
República, vemos cómo muy lentamente alrededor de la estatua los símbolos de la
lucha colectiva se superponen a las expresiones de dolor. Es difícil darle
forma a esto debido a la contrarrevolución intelectual que logró separar a los
jóvenes de toda una tradición de lucha social con un horizonte político. La característica
de todos los movimientos de las plazas ha sido la dificultad de identificarse
como portadores de una potencia de futuro y de
determinar subjetivaciones colectivas, identidades que hay que trabajar y
transformar contra las identidades impuestas, como ha podido ser el caso de los
colectivos de trabajadores o de los colectivos de mujeres.
Esto es aún más cierto en
Francia, debido al clima ideológico plomizo creado por la
contrarrevolución intelectual. En Grecia hay poderosos movimientos autónomos,
que han creado espacios de vida, de saber o de cuidados. En España, en torno a
la lucha contra los desahucios, ha convergido un grupo que ahora ocupa el
Ayuntamiento de Barcelona. No existen en Francia movimientos ni formas de organización
a esta escala, y el movimiento Noche en Pie está huérfano de las bases de lucha
que han podido movilizarse en otros lados.
¿Incluso si persiste la
impresión de que que con la Noche en Pie pasa algo que pone de manifiesto una
potencia de invención que renueva ciertas formas de pensar de la izquierda
radical?
No sabemos exactamente lo que
tienen en la cabeza las personas que se mezclan entre sí en la Plaza de la
República. Allí nos encontramos con un montón de cosas dispares. Pero es cierto
que hay una exigencia democrática que se opone a la vieja cantinela de la "democracia
formal" como mera apariencia que cubre la dominación económica burguesa.
La exigencia de "democracia real ya" tiene el mérito de romper con la
lógica de la denuncia que dice ser radical, pero en realidad produce una
especie de quietismo, en última instancia reaccionario, del tipo: de todas
formas, el capital es el causante de todo, y aquellas personas que se agitan en
nombre de la democracia sólo enmascaran su dominación y fortalecen su
ideología. Pero, obviamente, lo ganado se echa a perder si reducimos la
democracia a la forma asamblea. La democracia es una cuestión de imaginación.
¿Es importante la circulación
de la palabra, la escritura, las historias en las Nuits Debout?
En realidad, hay una gran cantidad
de palabras que circulan, aunque no siempre son de una riqueza inolvidable. Hay
gente que viene a leer sus poemas, pero no suele ser una poesía que impacte por
su novedad. Al mismo tiempo, vemos personas que nunca han hablado y que se
atreven a hablar en este lugar y por eso esto es importante, incluso si por lo
que podemos comprender de ella, esa circulación de la palabra es menos rica de
la que percibimos en mayo del 68. Por un lado, la forma asamblea permite que
venga más gente a contar su historia. Por otro lado, parece que estamos por
debajo del florecimiento de consignas y de imágenes múltiples que, en muchas manifestaciones
recientes, había sustituido a las pancartas unitarias de antaño. Más
profundamente, se trata de que el deseo de una comunidad igualitaria no ponga
freno a la potencia de invención igualitaria.
Los promotores de la Noche en
Pie quieren converger con los sindicatos para el 1 de mayo ¿Cómo ve usted esa
propuesta?
La "Convergencia de las
luchas" parece una versión del sueño de mayo del 68, la unión entre los
estudiantes y los trabajadores. En aquel momento esto se materializó en
cortejos estudiantiles en dirección
de Billancourt. Billancourt hoy está arrasado y la Sorbona es un
lugar donde solo se entra con una tarjeta. Se debatió así en el pequeño espacio
que separa la Plaza de la República de la Bolsa del Trabajo, sobre la
preparación de las manifestaciones del 1 de mayo. En cualquier caso, la
cuestión de la convergencia de las luchas depende de la cuestión de la naturaleza
de estas luchas.