Crónica de ruidazo, contra el tarifazo // Diego Skliar
Sábado a la mañana de sol con frío.
Hacemos un mate y asistimos a la convocatoria que vimos anoche en el cartel de
la nueva parada del Metrobús: “Vecinos Inquietos de La Paternal nos juntamos
contra el Tarifazo”. En el camino compramos una cremona en la panadería de la
señora que, creemos, integra algún tipo de secta. Pasamos por el kiosco del
pibe que tiene un póster de Cristina y una vez le vimos un libro de William
Cooke sobre las cajas sin abrir de las barritas de cereal. Está en la puerta.
Fuma y mira de reojo hacia la esquina donde suenan un bombo y un redoblante.
Una señora de rulos negros y saco del noroeste comprado en Once nos da un
volante. “Nos juntamos porque esto no da para más”, dice. Preguntamos si habrá
asamblea. Dice que no cree, que somos pocos, no más de cincuenta. “Hicimos un
cajón para simbolizar la muerte”, cuenta. Cruzamos hacia la pequeña masa
reunida frente a la farmacia. Hay globos negros. Algunos autos tocan bocinas
que suenan a adhesión. El cajón es de cartón pintado y tiene escrita la palabra
Salarios. Está el que fue candidato a comunero por el Frente para la Victoria.
Hay algunas señoras mayores, pibas en bicicleta, un gordito de barba que grita
“vamos todos juntos, compañeros”. Comienza una procesión paralela al cordón,
sin cortar el tránsito. Hacemos una cuadra, hasta la concesionaria donde la
semana pasada hubo despidos y policía en la puerta. Volvemos a casa.