Sobre Cartas y otros textos de Gilles Deleuze // Mariano Pacheco
Si
bien, tal como señaló David Lapouje, Gilles Deleuze no consideraba su
correspondencia como parte de su obra en curso, hoy resulta fundamental para
sus lectores poder conocerlas, junto con otros textos de juventud y algunas entrevistas.
Textos que ayudan a completar el panorama del filósofo de nuestro siglo, si
seguimos el comentario de Michel Foucault acerca de que el siglo XXI “sería
deleuziano”.
La
correspondencia compilada en este libro incluye nombres de destacados
pensadores contemporáneos a Deleuze, como Félix Guattari, Pierre Klossowski y
el propio Foucault, aunque solo se conservan las cartas enviadas por el autor
de Diferencia y repetición, ya que no solía guardar las que recibía.
En
esta edición, publicada en 2016 por editorial Cactus, Lapoujade cierra el tríptico
de textos póstumos de Deleuze, que incluyen los volúmenes La isla desierta
y Los dos regímenes de locos. Cartas y otros textos reúne trece
cartas, cinco dibujos realizados por el propio Deleuze, cinco textos escritos
cuando tenía entre 20 y 22 años, las notas sobre un Curso sobre Hume
(1957-1958), un prefacio a la edición estadounidense de Francis Bacon.
Lógica de sensación y otros siete textos que abordan temas tan disímiles
como el pensamiento de Descartes, la música de Pierre Boulez o un detallado
análisis sobre el masoquismo.
Profundas
implicancias filosóficas y políticas pueden desprenderse de las publicaciones
de estos textos hasta ahora desconocidos de Deleuze. Y por supuesto, también
intensas inplicancias existenciales, como la que puede apreciarse a partir de
la lectura de este comentario en el que, a través de una carta, Deleuze le
recomienda a Guattari escribir, siempre, a pesar de las condiciones en las que
se lo haga: “La idea de que las condiciones no son
todavía buenas para hacerlo, o bien porque las cosas no andan bien en el
incendio actual, o bien porque usted mismo no está bien, me parece falsa; ya
que remite a decir que se puede escribir realmente cuando la cosa va bien, en
lugar de ver en la escritura un factor modesto pero activo y eficaz para
liberarse por un tiempo de los incendios y andar uno mismo mejor”.
Palabras
aparte merece la entrevista que Raymond Bellour –que había leído El antiedipo por recomendación de
Foucault- le hace a Deleuze y Guattari en la primavera de 1973.Con un previo
acuerdo de que la desgravación sería revisada por los tres, y que el reportaje
se publicaría en la legendaria revista Les
tempes modernes (cuya línea política no coincidía con los autores de Capitalismo y esquizofrenia), el
reportaje finalmente nunca llegó a publicarse. Hoy los lectores de habla
hispana tenemos a mano este documento imprescindible para leer y releer aquel
libro emblemático a la luz de algunas coordenadas que sus autores ofrecen en
este diálogo, en donde texto y contexto se entrecruzan para volver más
provechosa la lectura de un libro que, entre otras cuestiones, fue cuestionado
por su opacidad. “Decirles: ustedes son pequeños flujos, arréglensela con eso,
me parece que no es en absoluto una observación abstracta. Es ya muy liberador.
Cuando uno se vive como un flujo en busca de otros flujos ya no hay falta”,
sostienen Deleuze y Guattari en este reportaje, donde refiriéndose al Antiedipo sostienen: “No decimos que es
un libro, decimos que es un elemento que se llama ´libro´ en un conjunto
exterior. El libro no vale por su interioridad, por las páginas que encierra,
vale por la relación a la multitud de las conexiones fuera del libro”.
La entrevista funciona así como una suerte
de guía para leer libros. No el Antiedipo, o no solo, sino libros,
textos en general. “Hay una manera totalmente distinta de leer un libro que es,
una vez más, tratarlo en su relación con lo no-libro. Eso quiere decir algo muy
preciso: alguien lee un libro y no se pregunta a cada página o a cada frase: ¿qué
quiere decir eso? Lee un libro y, en mi parecer, es así que se lee la poesía,
espontáneamente, a saber: ello fluye o no fluye”, asegura Deleuze, y más
adelante agrega: “es por eso que empleamos el término de ´máquina´. Es del
dominio del tomacorriente. Para la máquina que no funciona, hace falta otro
toma u otra máquina”.
Una máquina en búsqueda de aliados y no de
gestar un rebaño (“no les proponemos algo, no nos animaríamos. Solamente
tenemos la impresión de que podemos tener una especie de eco con ellos”). Una
máquina que, lejos de lo que ha sido acusado el texto a través de los años, no
es para nada “abstracto”, sino que se enlaza con una clínica que no es la de
diván, sino la del movimiento. “Harás tus experiencias. Eso nos parece un buen
esquizoanálisis”, afirman, a la vez que sostienen que, lo que somos, solo
podemos saberlo “a la salida de experimentaciones”.
En fin, la entrevista convida energías para
tomar otros textos de esta dupla y, de nuevo, salirse de ellos. Tomar las
calles, las plazas y reunirse con otros para construir un modo de vida no
fascista. Porque tal como afirma Guattari respecto del esquizoanálisis, éste “no
puede ser sino la conjunción de diferentes experiencias locales, de
consideraciones del deseo, se trate de un profesor en su clase, de una
comunidad que cambia su modo de vida, de un psicoterapeuta en su consultorio,
de un grupo de cuidadores en un hospital psiquiátrico, de un grupo de
militantes que quieren cambiar las relaciones en sus prácticas. Si en un
momento dado, hay conjunción de diferentes prácticas que conciernen al deseo,
que hacen que haya conjunción de una crítica de la burocratización de la
organización, crítica de las relaciones pedagógicas opresivas, crítica de las
relaciones sugestivas y alienantes de los contratos psicoterapéuticos, entonces
se constituirá una actividad de análisis que estará en el cruce de toda una
serie de luchas políticas”.